PRESENTACIÓN

martes, abril 27, 2010

INDEFENSIÓN APRENDIDA, DEPRESIÓN Y DISTORSIÓN COGNITIVA

En un laboratorio de la Universidad de Pensilvania, el profesor Martin Seligman (imagen de la foto) formó dos grupos de canes elegidos al azar. Metió al primer grupo en una jaula de metal en la que los animales recibían molestas descargas eléctricas cada pocos segundos. Hiciesen lo que hiciesen, los pobres perros no podían escapar. Al otro grupo los introdujo en una jaula igualmente electrificada, pero de la que los perros escapaban empujando con el morro un panel que tenían enfrente.

En un segundo experimento Seligman puso a todos los perros en una jaula electrificada de la que podían salir saltando una pequeña pared. Mientras que el grupo de canes que en la primera prueba había logrado controlar los calambres se liberaba en pocos segundos, los otros perros permanecieron inertes y no hacían esfuerzo alguno por huir de la tortura. Seligman calificó de “indefensión” la reacción de estos perros pasivos y sufridores, y pensó que los animales habían aprendido en el primer experimento a sentirse indefensos. En consecuencia, en situaciones posteriores de adversidad no consideraban la posibilidad de controlar su suerte.
El investigador también observó que estos canes “pesimistas” con el tiempo también sufrían más enfermedades físicas y morían antes que los perros que no habían experimentado la situación de indefensión.
En poco tiempo, diversos científicos de Europa y USA lograron demostrar que el fenómeno de “indefensión aprendida” también se podía producir artificialmente en las personas. Por ejemplo, estudiantes universitarios a quienes se les pedía que resolvieran problemas que, sin ellos saberlo, no tenían solución, mostraban en exámenes posteriores menos interés en resolver problemas solubles que los compañeros que no habían participado en la frustrante experiencia anterior. Hoy está comprobado que las personas que disfrutan de un razonable sentido de control sobre sus circunstancias se enfrentan más positivamente a los problemas que quienes piensan que no controlan sus decisiones o que éstas no cuentan.
El concepto de Indefensión aprendida pronto se extendió como una explicación muy práctica para el comportamiento de las personas que padecen un trastorno depresivo. Igual que el perro se quedaba por allí quejándose y recibiendo descargas, una persona con depresión deja de interactuar activamente con el ambiente y se abandona a su suerte. Como las cosas le van cada vez peor, cada vez estará más indefensa y el círculo se perpetuará en el tiempo. Así que una causa más de depresión. Pero como las demás, no es la única.

Imaginemos que lo que dice la teoría de la Indefensión aprendida es cierto y algunos seres humanos con depresión han pasado en su vida por situaciones similares a las de los pobres perros. Habrían aprendido a no enfrentarse a las situaciones de la vida, porque han tenido experiencias previas que les han mostrado lo inútil que resulta esforzarse por resolver los propios problemas. Haber estado expuesto a situaciones irresolubles dificultaría o impediría que esas personas se enfrentasen y resolviesen problemas posteriores.¿Y los humanos no deprimidos? ¿Cómo serían? Pues al no haber estado expuestos a las mismas contingencias que motivaron la aparición de la reacción de Indefensión aprendida, en principio felices. Con confianza en sus propias posibilidades, cargados de autoestima, y... una visión correcta del mundo.

La mayoría de las teorías contemporáneas de la depresión consideran que el depresivo es un ser humano cuyo pensamiento está distorsionado. La visión de Aaron Beck de la tríada cognitiva, con una visión negativa de sí mismo, del mundo y del futuro iría a favor de esta visión.

Parece evidente, los depresivos distorsionan. No obstante a Alloy y Abramson, dos insignes psclólogos, se les ocurrió hacer un experimento para probarlo. Mostraron a dos grupos de sujetos (depresivos y no depresivos), secuencias de destellos de luces, y les pidieron que predijesen cómo iba a ser el siguiente. Unas veces, las secuencias estaban ordenadas y se podía predecir, y en otras iban de modo aleatorio, de tal forma que no se podía saber cuál era la siguiente.

¿Qué encontraron Alloy y Abramson? Lo que encontraron fue de lo más curioso: los depresivos fueron capaces de separar las secuencias aleatorias de las no aleatorias, mientras que los "sanos" creían que todas las secuencias eran predecibles. Vamos, que mientras los "enfermos" estaban en contacto con la realidad, los "normales" se habían pasado de vueltas y creían que tenían razón (tal vez es que eran demasiado listos y fueron capaces de poner orden donde parecía que no lo había, pero parece muy poco probable).

Una interpretación posible podría ser la que se resume en el famoso dicho popular: “un pesimista es un optimista bien informado”. Es decir, que los no depresivos disfrutan con la "felicidad de la ignorancia", lo que podría llamarse un "estúpido y absurdo optimismo".

En fin, los experimentos más interesantes son los que arrojan resultados que el experimentador no esperaba. Éste es el caso. No estaría mal reflexionar un poco sobre la cuestión.

Un saludo.


Nota: el escrito está elaborado a partir de dos fuentes fundamentales:
El estrés y los trastornos del comer” de Félix Larocca y
La Fuerza del Optimismo”, de Luis Rojas Marcos

2 comentarios:

  1. Me parece enormemente interesante la relación que estableces entre la indefensión aprendida-depresión-distorsión cognitiva. Y a mí me gustaría ampliarla, o limitarla según se mire.

    Más que la distorsión cognitiva creo que me interesa como herramienta para el análisis y predicción del comportamiento humano lo que en otra entrada anterior tuya era la disonancia, y cómo esta deja de retumbar en el individuo en cuanto la adhesión al grupo, a la tribu, a la ideología o al líder, silencia las contradicciones en las que nos sumergimos sin daño alguno.

    Y en una ampliación, mas gradual que categórica, me gustaría señalar la condición de indefensión que no genera necesariamente depresión, sino inhibición: convencido de que no hay nada que hacer para mejorar mis expectativas vitales, inhibo mi deseo y, sobre todo, dejo de perseguir metas que pudieran sobrevenir tras mi esfuerzo, evito la frustración, evito el daño y solo corro tras el placer inmediato (el consumo de bienes, sevicios y personas).
    ¿Ingeniería social tardofascista? No interesan los deprimidos (consumen recursos y debilitan su entorno), interesan los indefensos: siempre huyendo de un miedo inducido (a la enfermedad, al terrorista,al extraño, al paro, a la pérdida del estatus...)
    En fin, que me has "picao" porque Martin Seligman cada vez me interesa más: fue uno de los amigos de David Rosenhan que (estando cuerdo) se presentó en 1970 en una institución mental diciendo que oía un ruído:¡zas!(thud)y sin mentir en ninguna otra cosa más que su profesión y nombre fue ingresado, demostrando la vulnerabilidad de las instituciones psiquiátricas de la época y denunciando la prepotencia de la comunidad científica.
    (Te pondré en mi blog una conferencia de él y por dónde andan sus indagaciones actuales)

    Gracias por tus aportes. Felicidades.

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  2. ¡Vaya! Al repasar mi comentario se me ha olvidado agradecerte que fueras tú el primero que me hablaste del experimento de D. Rosenhan.

    Gracias otra vez

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