El escrito pertenece al libro "La ambigüedad del lenguaje político"
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Un saludo a todos mis lectores. Acabo de terminar este video basado en un artículo que publiqué en este mismo blog hace algún tiempo. Vuelvo a publicar ahora el artículo por si os interesa repasarlo después de ver el video y por si algún colega quiere utilizarlo en clase.
Espero que el video os resulte interesante.
EL FIN Y LOS MEDIOS
Kant pretende ajustarse a unas normas que se consideran correctas independientemente de las consecuencias que se deriven de la acción. Un idílico ser que actuase siempre por el respeto al imperativo categórico constataría desde luego una voluntad santa, pero su santidad no garantizaría en absoluto una mejora del mundo en términos de menor sufrimiento o mayor justicia. Y lejos de asegurar una mejora en este sentido, a menudo, por muy contradictorio que resulte, puede significar un claro empeoramiento. Es de sobra conocida la interesante polémica que, a propósito, mantuvieron Kant y Benjamin Constant: un hombre da cobijo en su casa a un amigo inocente e injustamente perseguido por una banda de malhechores. La banda llega a casa y le pregunta por su paradero. El hombre, obligado a no mentir por respeto a su más íntimo deber, finalmente revela el lugar donde se esconde su amigo. ¿Obró bien? Según Kant, sí. Según Constant, no. No obstante, el inocente descubierto sufrirá inmerecidamente.
Desde la ética de Kant el resultado de la acción es algo secundario y, si se sigue de algún mal en forma de dolor o injusticia, la respuesta que cabe esperar es que se trata de la responsabilidad de los otros que, por pura maldad o estupidez, no fueron capaces de respetar la ley moral a la que debían ajustarse.
La ética utilitarista viene a ser el negativo de la kantiana, pues tiene en cuenta las consecuencias probables de la acción. De modo que una acción es preferible a otra en la medida en que se pueda prever que producirá mejores consecuencias. El utilitarismo considera más conveniente aquella conducta que sea capaz de aportar más felicidad al mayor número de personas y, en cierto sentido, obvia la cuestión de los principios.
Desde la ética de Kant se busca la integridad personal, la dignidad. En tal empeño el fin nunca justifica los medios. Sin embargo, la ética utilitarista pretende la mejora del mundo y, a menudo, los medios son justificados por el fin. Un kantiano radical optaría por salvar a un inocente, aunque la consecuencia fuese la destrucción del mundo, y un utilitarista radical optaría por salvar al mundo, aunque para ello tuviese que perecer un inocente.
El problema que subyace en este enfrentamiento entre estos dos puntos de vista éticos antagónicos fue tratado muy inteligentemente por el filósofo alemán Max Weber. En su obra El político y el científico habla de la ética de la convicción, cuyo mejor representante es la ética kantiana, y de la ética de la responsabilidad, que es en líneas generales lo que entendemos por utilitarismo. Weber insiste en que son dos tipos ideales que muy raramente se dan en la práctica, pues toda ética asume ciertas convicciones irrenunciables y tiene en cuenta las consecuencias de la acción hasta cierto punto. Según Weber, se trata de un problema de máximos y mínimos, no de blanco o negro. ¿Es preferible una ética de la convicción (con un mínimo de responsabilidad) o una ética de la responsabilidad (con un mínimo de convicciones irrenunciables)? Para Weber ambas éticas tienen su valor, y si en ciertas circunstancias es admirable una ética de la convicción, quizá en otras es preferible asumir una ética de la responsabilidad. Gandhi renuncia a la violencia por principio, sean cuales fueren sus consecuencias. Su postura nos suele parecer admirable. Pero un gobernante pacifista que renunciase unilateralmente a su ejército aun sabiendo que la nación vecina espera el momento oportuno para atacar, nos resulta más bien un insensato. Quizá la virtud fundamental vuelve a ser, como señalaban tantas escuelas éticas de la Antigüedad, la prudencia. Pensar. No actuar como un autómata, sino reflexionar previamente. No obstante, el problema no está ni mucho menos resuelto.
Solemos ser comprensivos con las mentiras piadosas, o con aquel que engaña a un hombre cruel o injusto si hay un beneficio evidente para un número indeterminado de personas (su familia, si es un padre psicópata que tortura a su mujer y a sus hijos; o sus súbditos, si es un tirano, por ejemplo). También nos suele ser simpático Robin Hood, el que roba a los ricoss para instaurar una situación más justa después; pero quien actúa así, mintiendo, engañando o robando para conseguir un fin bueno, está manifestando que el fin justifica los medios. Y en esencia actúa de la misma forma que quien admite la guerra si el fin es una mejora del mundo; pero, claro, con los que mantienen esta segunda opinión no solemos ser tan espontáneamente comprensivos. Sin embargo, quien no miente nunca y es sincero por principio, que suele ser reconocido como una persona íntegra y valerosa, no nos suele parecer tan simpático cuando delata a un amigo inocente que se esconde en su casa cuando una banda de mafiosos le pregunta sobre su paradero. No obstante, el principio que le rige es el mismo: el fin no justifica los medios, y mentir está siempre mal. Pero entonces, ¿debemos ser kantianos o utilitaristas?
Una persona sin principios que solo se fije en las consecuencias de su acción, o una persona con muchos principios que nunca tenga en cuenta las consecuencias de su acción, puede desarrollar en algún caso conductas extremas que nos hagan dudar del acierto de su postura ética. Pero esto solo nos puede llevar a seguir pensando en el problema con más ahínco y dedicación para intentar solucionarlo. Y sólo constata que el mundo es complejo y no hay soluciones simples para grandes cuestiones. Si reconocemos el problema ya hemos avanzado algo en la cuestión. Sigamos pensando pues.
Jesús Palomar Vozmediano.
Yo, en general, me declaro más utilitarista que kantiano. Ahora bien, no estaría dispuesto a sacrificar a mi hijo para salvar al mundo. Más bien lo contrario: salvaría a mi hijo a costa de sacrificar el mundo.
ResponderEliminarSaludetes.
Tu respuesta me recuerda a Albert Camus. Nuestro amigo Alberto suele citar mucho esto que voy a contar. Camus fue un resistente activo en la Francia ocupada por los nazis. En un país donde la inmensa mayoría de la gente era colaboracionista. Su actitud comprometida era ejemplar. Puso en riesgo su vida por compañeros resistentes que ni siquiera conocía en persona (amigos que luchaban por una causa común y justa en la clandestinidad). Y sin embargo, es famosa su declaración en relación con su madre: Ante cualquier conflicto moral yo pongo a mí madre por encima de todas las cosas.
ResponderEliminarEn el artículo/video expongo dos posturas éticas y resalto la perplejidad que produce a veces llevarlas al extremo. La declaración de Camus sobre su madre o la tuya sobre tu hijo me lleva a pensar que el documental se ha quedado corto. Hay al menos otra opción ética importante que no hemos considerado. Lo que podríamos llamar la ética de la pertenencia. Como las dos anteriores llevada al extremo y aplicada mecánicamente nos puede llevar a la perplejidad. En última instancia sería la ética de la tribu. Y en nuestra época podríamos asemejarla al nacionalismo esencialista: Simpre antes los nuestros que los otros, obviando la pureza moral de Kant o la felicidad cuantitativa de Mill.
Como Weber o como Hannah Arendt lo único que puedo decir es que lo más importante es que ante dilemas morales surja el conflicto interior, y que este conflicto no se elimine artificialmente suprimiendo al otro con el que conversamos en nuestro interior (decía Arendt que la conciencia es un dos en uno). Aplicar posturas morales mecánicamente elimina la capacidad de juicio, y esto es aun peor que asumir ciertas incoherencia en nuestra conducta.
Seguro que hay muchos sinceros kantianos que también traicionarían a Kant en beneficio de su hijo.
Espero igualmente que muchos de los que asumen una ética de la pertenencia sean capaces de poner por delante a un inocente de la otra tribu a un culpable de su propia tribu. Dentro de esta postura ética esto también sería una incoherencia.
Un saludo chavalote.
Excelente, si su anterior artículo me había resuelto debates sobre los medios y los fines, y sobre sus principales defensores, éste me ha disipado por entero la duda.
ResponderEliminarMe gustaría preguntarle qué programas utilizó para la elaboración del video, mera curiosidad. Está muy bien planteado y admiro su esfuerzo!!
Un saludo
Tyrande
Muchas gracias por la información, me resultaron originales las animaciones, me encantaron!!
ResponderEliminarUn saludo
Tyrande