¿Es la ONU Dios?, ¿es infalible?, ¿la injusticia deja de serlo si está bendecida por la ONU?, ¿se torna la justicia en injusticia si no hay tal bendición?, ¿el sufrimiento y la muerte de inocentes que provoca toda guerra son menores si la ONU da su consentimiento?, ¿son mayores si no lo da?, ¿el derrocamiento de un tirano es bueno si lo manda la ONU?, ¿deja de ser tirano si la ONU no ordena derrocarlo?
Desde luego que deseo una ONU mejor, pero el camino no es divinizar a la ONU actual, sino enumerar las razones por las cuales esta ONU es, ay, demasiado mundana. Y, por ende, imperfecta.
¿Es el llamado Derecho Internacional legítimo? Desde una opción democrática, nunca la fuerza debe legitimar la ley. Nunca una oligarquía tiene poder legitimador. La ONU se propone como una especie de gobierno mundial dotado de un poder legislativo capaz de generar resoluciones. Estos preceptos adquieren categoría de ley en virtud de la decisión de cinco países que tienen derecho a veto. Cinco. El colmo de este despropósito es que el privilegio de estos países no es concedido voluntariamente por los restantes miembros de la ONU, sino que la minoría se lo impone a la mayoría. No olvidemos. Los estados con derecho a veto son precisamente los que salen reforzados tras la Segunda Guerra Mundial. He aquí un poder legislativo, y las leyes que de él se derivan, legitimado por la fuerza. He aquí una oligarquía de naciones fabricando leyes. No obstante, ¿sería el Derecho Internacional legítimo si ningún país tuviese derecho a veto? Tal como está constituida hoy por hoy la ONU, debemos decir que no. ¿Se imaginan el sarcasmo? Siendo la mayoría de los estados del mundo tiranías, una ley quedaría legitimada si fuese votada a favor por todas las tiranías. Colosal disparate. Evidentemente, los estados miembros deberían ser democracias. Sólo entonces la ley que de ellos emanara podría ser aceptablemente legítima para un demócrata.
PRESENTACIÓN
▼
lunes, marzo 21, 2011
jueves, marzo 17, 2011
LA METAMORFOSIS DE SERAFÍN RAMÍREZ (un cuento)
El cuento pertenece al libro de relatos titulado "Extrañas parejas"
PERMÍTANME, ANTES DE NADA, PRESENTARME: Mi nombre es Serafín Ramírez y, aunque hablar de edad en mis actuales circunstancias no deja de ser una metáfora, tengo cuarenta y dos años.
El asunto es de extrema importancia para mí, pero lo único que me empuja a narrarlo es recibir el consuelo que resulta de un simple desahogo. Les adelanto parte del problema si les digo que soy un hombre feo. Yo diría, y presumo de emitir juicios objetivos, que bastante feo. Y, sin embargo, pienso que no lo soy aún suficientemente. Sí, han oído ustedes bien: no lo soy aún suficientemente. La fealdad que desprende mi rostro y mi adiposo cuerpo me la he ganado a pulso. Detrás de cada pequeña deformación y arruga exagerada hay una concienzuda estrategia. Y aún pienso que no lo he debido de hacer bien del todo. Soy un perfeccionista, un tipo puntilloso y exacto que no deja nunca un clavo si remache ni un roto sin zurcir, y sé que en cualquier empresa se puede dar siempre un paso más. Por eso no pierdo aún la esperanza de alcanzar un grado mayor de fealdad. Al oír esta última frase, temo que me tomen ustedes por un loco desesperado y no quieran seguir atendiéndome. Tal vez estoy desesperado, pero les aseguro que no soy un demente.