PRESENTACIÓN

domingo, septiembre 30, 2012

ALEGORÍA DE LA CAVERNA (VIDEO)



Si después de ver el video te apetece ver la segunda parte de la Alegoría de la Caverna (la explicación de su simbología), te recomiendo pinchar en el enlace.

El libro VII de la República comienza con la exposición del conocido mito de la caverna, que utiliza Platón como explicación alegórica de la situación en la que se encuentra el hombre respecto al conocimiento, según la teoría explicada al final del libro VI.

  Alegoría de la caverna

I - Y a continuación -seguí-, compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza.

Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas.
- Ya lo veo-dijo.
- Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén callados.
- ¡Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisioneros!
- Iguales que nosotros-dije-, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?
- ¿Cómo--dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
- ¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
- ¿Qué otra cosa van a ver?
- Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?

martes, septiembre 04, 2012

FILOSOFÍA Y PUBLICIDAD 2


Concretemos. Se trataría de una campaña publicitaria que fomentase genéricamente la lectura (algo que ya se ha hecho) y más particularmente la filosofía. La innovación del proyecto, y también lo irónico del mismo, sería que el publicista tendría que hacerlo a partir de los anuncios publicitarios existentes. Esto es, intentar que anuncios reales, hábilmente manipulados, anuncien otra cosa, a saber: la lectura y la filosofía. La cuestión  final es saber si el medio es eficaz para alcanzar el fin, que en cierto modo incluye desconfiar del medio, o si como decía McLuhan, el medio se convierte en el mensaje. Confiemos en que McLuhan se haya equivocado. Al menos en este caso.

Empezamos el juego:

Filosofía y publicidad por f1328945291

FILOSOFÍA Y PUBLICIDAD 1


La visión impolutamente racional del ser humano ha estado vigente durante toda la historia de Occidente. Y el Siglo de las Luces fue su apoteosis. Sin embargo empieza a flaquear con las agudas reflexiones del irreverente Schopenhauer y su insigne discípulo Nietzsche. Pero será Freud el gran revulsivo. Freud nos advierte del riesgo de menospreciar el aspecto deseante del ser humano. No es algo meramente tangencial, sino constitutivo. Deseamos más de lo que la razón sospecha, y a menudo seguimos deseando cuando creemos pensar racionalmente.

En los años cincuenta Edward Bernays, el sobrino de Freud, lleva el diván de su tío al salón de los publicistas. Se trata de utilizar el conocimiento freudiano para hacer más eficaz el mercado. La cuestión no es la oferta y la demanda. Al menos no solo eso. El objetivo es descubrir el deseo inconsciente de los consumidores. Los consumidores son más propensos a comprar lo que desean que lo que necesitan. ¿Pero qué desean? Bernays y sus psico-publicistas se ocuparán de descubrirlo. Y si no, de crearlo. La publicidad y los hábitos de consumo sufren entonces una revolución.

La publicidad es inherente al mercado y no son los publicistas ni los mercaderes los que convierten a un ser impolutamente racional en deseante. No somos puro deseo, pero es evidente que tampoco somos pura razón. Ahora bien, ¿y si jugamos a utilizar el instrumento publicitario en un sentido opuesto a su uso habitual? En cierto modo, esto ya se hace a veces. Utilizar la publicidad para un fin “bueno” y admitido socialmente. Campañas para prevenir accidentes o evitar el maltrato a la mujer, por ejemplo. La cuestión que habría que dilucidar es cuánto de grande es nuestro deseo consciente o inconsciente de lograr tales fines. El publicista debería entonces fomentarlo. ¿Y si resulta que no hay ese deseo en lo más hondo de nuestro ser y todos estamos dominados por un insaciable tánatos? El publicista tendría que crearlo. Después de todo esto es parte de su oficio. Quizá la parte más maquiavélica.