PRESENTACIÓN

domingo, febrero 17, 2013

LA FILOSOFÍA DE DESCARTES (VIDEO)



LA FILOSOFÍA DE DESCARTES
1.LA ESCOLÁSTICA 
La filosofía escolástica tomista estuvo vigente desde el siglo XIII hasta principios del siglo XVII. La filosofía se centraba básicamente en cuestiones teológicas, y el conocimiento se basaba en la autoridad de Aristóteles, el Papa y la Biblia. Dios había creado el mundo y había puesto a la Tierra en el centro del universo. El cosmos estaba dividido en una región terrestre, corruptible e imperfecta, y una región celeste, incorruptible y perfecta. En la región celeste el Sol, la Luna y los demás planetas giraban alrededor de la Tierra en órbitas circulares con velocidad constante. En el siglo XVI Copérnico pone al Sol en el centro del cosmos, y la Escolástica medieval entra en crisis. A principios del siglo XVII, gracias a las investigaciones de Johanes Kepler, las órbitas de los planetas dejan de ser circulares y uniformes y pasan a ser elípticas. Y Galileo observa con su telescopio cambios e irregularidades en la región celeste. Todos estos conocimientos propiciaron finalmente el derrumbamiento de la Escolástica medieval. 


2.EL MÉTODO 
Tras el hundimiento de la filosofía escolástica el objetivo fundamental de Descartes es encontrar un método que garantice el razonamiento correcto y la reconstrucción del saber humano. El método contiene cuatro reglas:
 -La primera es la regla de la evidencia racional. En esta regla Descartes establece como criterio de verdad la evidencia racional a imitación de la ciencia matemática. La evidencia posee dos características esenciales: la claridad y la distinción. Una idea es clara cuando está separada y no se confunde con las demás ideas y es distinta cuando sus partes están separadas entre si, cuando hay claridad interior -La segunda es la regla del análisis. Consiste en dividir o descomponer la dificultad compleja en sus partes más simples hasta llegar a los elementos más simples. Estas naturalezas simples o ideas claras y distintas son los principios a partir de los cuales se despliega todo el conocimiento. Las naturalezas simples son captadas por intuición, esto es, de modo evidente e inmediato. 
-La tercera es la regla de la síntesis. Consiste en componer ordenadamente la idea desde los elementos más simples. Para realizar esta operación necesitamos la deducción. La deducción es para Descartes toda inferencia necesaria a partir de otros hechos que son conocidos con certeza mediante la intuición. 
 -La cuarta es la regla de la enumeración completa. Debemos repasar las operaciones anteriores no sea que hubiese algún error. Se trata ahora de recontar, enumerar y revisar meticulosamente lo hasta ahora hecho. Es necesario, pues, estar seguro de la corrección de la cadena deductiva, pues un solo fallo puede poner en peligro la totalidad del conocimiento cierto.

3.LA METAFÍSICA 
3.1.La duda metódica y la existencia del yo.
Una vez que Descartes posee un método satisfactorio tratará de alcanzar su objetivo, es decir, la primera certeza que le sirva como base fiable y segura al nuevo edificio del conocimiento que pretende construir. La primera certeza ha de ser la más evidente, lo más claro y distinto. La forma en que Descartes llegará a esta primera certeza será utilizando la duda. ¿Habrá algo tan claro y distinto que sea imposible dudar de su verdad?. Comienza Descartes a dudar de todo. De lo primero que dudará será de los datos que nos proporcionan los sentidos. Hay muchas razones por las que es razonable dudar de los sentidos. Ciertamente los sentidos a veces parecen engañarnos. No siempre, pero sí a veces. Esto basta, sin embargo, para que dudemos de ellos. No podemos confiar en quienes nos han engañado varias veces. Como aquel cuento del lobo y el pastor, si alguien acostumbra a engañarnos es razonable dudar de él, aunque diga verdad alguna vez. Supongamos, en cualquier caso, que los sentidos no nos engañasen. Podríamos tener otras razones para dudar de ellos. Podríamos estar soñando, por ejemplo. Muchas veces, en sueños, creo vivir una situación real.. Cuando despierto compruebo que la realidad es que estoy en la cama y no existe tal situación. ¿Quién me asegura que no estoy soñando ahora? No obstante, continua Descartes, parece que hay un tipo de verdades más seguras que las anteriores. Este yo soñando o despierto 2+2=4 parece ser siempre verdad. Es decir, si yo tuviese este pensamiento en un sueño lo reconocería dentro de él como verdadero. Sin embargo también en este caso es posible un motivo de duda. Es posible que Dios, todopoderoso, pudiese habernos hecho de tal forma que nos estuviésemos engañando continuamente. Y si Dios no lo haría por su bondad, sí lo haría un geniecillo maligno y travieso igualmente creador del universo y todopoderoso. Esto es posible, y esta posibilidad hace que sea razonable dudar también de las verdades simples de las matemáticas. Ahora bien, podemos dudar de que lo pensado (2+2=4) sea verdadero o falso, es decir el geniecillo podría engañarnos en esto, pero nunca podría engañarnos en el hecho de que yo pienso algo, sea esto verdadero o falso. Es cierto que pienso si soy engañado. Es cierto, pues, que yo estoy pensando algo verdadero o falso. Y si pienso es claro que existo. Así pues tenemos la primera certeza. Pienso, luego existo (cogito ergo sum). La existencia del yo es indudable. 

3.2.La existencia de Dios Tras alcanzar la primera certeza: pienso luego existo, cabe una pregunta: yo existo, sí, pero en qué consisto; soy, pero qué cosa soy. Podríamos darnos por satisfechos diciendo que soy un hombre, por ejemplo. Un hombre, no obstante, es un animal racional, dicen algunos filósofos, pero es claro que para ser un animal necesito un cuerpo. Pero yo dudo aún del mundo y de las cosas que mis sentidos me muestran, dudo también entonces de mi cuerpo. La respuesta no es pues satisfactoria. Descartes afirma que soy una cosa pensante o res cogitans. Soy una cosa o sustancia cuya naturaleza consiste en pensar, sólo en pensar. Esto es lo único que hasta ahora me permite el riguroso método. ¿Es poco? Puede que sí, pero no nos impacientemos. Tenemos ahora que lo cierto soy yo con mis pensamientos, independientemente de que estos sean verdaderos o falsos. Lo que ahora se propone Descartes será analizar los pensamientos que encuentra en su yo. Encuentra que hay un tipo de ideas que “parecen”, pues no estoy seguro, que vienen de fuera. La idea de sol, perro o silla nos sirven de ejemplo. Estas son las ideas que llama Descartes adventicias. Hay otro tipo de ideas que son como invenciones, creadas por mi fantasía: sirena, centauro, por ejemplo. Estas las llama Descartes ficticias o facticias. Por último hay unas ideas que han nacido conmigo, por ejemplo la idea de causa o de Dios. No es Dios una idea adventicia porque no tiene un referente externo, pero no es una idea ficticia porque las ideas facticias parecen que están construidas con partes de ideas adventicias unidas caprichosamente, pero las características de la idea de Dios hacen imposible este hecho. No conocemos un ser todopoderoso y otro ser omnisciente y hemos unido estas cualidades en la idea de Dios, como hacemos con la mitad de un caballo y la mitad de un hombre en la idea de centauro. ¿Qué entiendo por Dios? ¿Cuál es el contenido de esta idea al parecer innata? Por Dios entendemos una sustancia infinita y perfecta. O lo que es lo mismo, un ser eterno, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, y que posee también las perfecciones morales. Esto es: que es absolutamente bueno y absolutamente justo. A partir de la idea de Dios Descartes intentará alcanzar su segunda certeza. Constata Descartes que es evidente que yo tengo la idea de Dios, un ser infinito y perfecto. ¿Cuál es su causa? Yo mismo no puedo ser la causa de la idea de Dios que encuentro en mi, pues yo soy imperfecto y finito y lo menos perfecto no puede ser la causa de lo más perfecto. Por lo tanto la causa de la idea de Dios que encuentro en mi tiene que ser al menos tan perfecta como la idea de Dios, y sólo una sustancia infinita puede ser la causa de la idea de un ser infinito. De modo que Dios existe y es la causa de la idea de Dios que se aloja en mi mente. 

3.3.La existencia del mundo externo Tras demostrar la existencia de Dios queda aún por demostrar la tercera certeza: la existencia del mundo. Para Descartes esto será ahora un juego de niños. Veamos por qué. Si Dios existe y Él es perfecto y dentro de esas perfecciones está su infinita bondad, no es posible que me haya creado a mí y a los demás hombres de tal forma que nos engañemos continuamente. Así pues, si tengo la evidencia de que existe un mundo externo, debe existir, pues Dios no va a poner en mí esta fuerte inclinación a creer algo que no existe. Sin embargo, la verdad del mundo es solo lo que aparece como claro y distinto. Mis sensaciones subjetivas no son evidentes y cabe dudar de su realidad. Lo único que es claro y distinto del mundo externo es la extensión (su materialidad), y el movimiento. El mundo es pues una máquina que se puede expresar matemáticamente.

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