En ocasiones comento a mis
alumnos que hay que distinguir entre conocimiento y sabiduría. La sabiduría
necesita de conocimiento, pero el conocimiento mismo no garantiza la sabiduría.
Somos sabios cuando no solo conocemos lo que se debe hacer sino que, además, lo
hacemos del modo adecuado y en el momento oportuno. Para ello hace falta
capacidad de juicio y tiempo para ejercitarla.
Sabiduría viene de sapere
que en latín indica saborear. Ciertamente la sabiduría es la masticación,
paladeo y digestión del conocimiento. El conocimiento vivenciado, integrado en
nuestro ser. Algo, evidentemente, muy difícil. Todas las escuelas de filosofía
práctica de la antigua Grecia y las llamadas filosofías orientales la buscan. Y
todas ellas coinciden en que hace falta una virtud previa para alcanzarla: la
prudencia o phronesis. Sin conocimiento, no hay sabiduría. Pero con
conocimiento, sin capacidad de juicio y sin prudencia, tampoco.
Cuando era niño veía la serie Kung
fu. Y me entusiasmaba. De mayor he vuelto a ver algunos capítulos, y mi opinión
sobre ellos sigue siendo muy positiva. El reflexivo héroe era un verdadero
sabio. Se me ocurrió hacer un montaje sintético del primer episodio donde
nuestro héroe supera su etapa de aprendizaje. Mi idea era ponérselo a los chavales
en clase de Ética o Ciudadanía (si me entusiasmaba a mí cuando era niño, ¿por
qué no también a ellos?). Después de todo la serie incide en la phronesis.
Y la necesidad de phronesis es el mensaje recurrente de Aristóteles,
epicúreos y estoicos tanto o más que de los monjes del templo Shaolín.