PRESENTACIÓN

martes, diciembre 05, 2006

DERECHOS COLECTIVOS O INDIVIDUALES (O del conflicto entre derechos)


Existe una especie de artículo, escrito extrañamente en el imaginario colectivo de lo políticamente correcto, en torno a los Derechos Humanos y a las culturas de los pueblos: «Se deben respetar los Derechos Humanos. Pero se deberán tener en cuenta las culturas de los pueblos».
Si atendemos a la primera y contundente frase es evidente que no sólo las costumbres propias de las culturas, sino cualquier hábito individual o extravagante moda debe ser respetada sí no atenta contra los Derechos Humanos. ¿Por qué entonces el segundo enunciado? ¿Frase inútil? Las frases inútiles (mera retórica dicen algunos), suelen tener una utilidad insospechada. Es cosa sabida. Se cuelan en el lenguaje coloquial encabezadas con «peros» o «sinembargos», y actúan como trampas que pretenden mermar el significado esencial de la frase principal, amén de otras perversiones: «Picasso es un artista genial, pero…», «Sinatra cantaba muy bien, pero…», etc. Shakespeare exprimió al máximo esta trampa del lenguaje en su obra Julio Cesar. ¿Recuerdan el discurso de Marco Antonio?: «Bruto es un hombre honrado, sin embargo…»


Lo cierto es que quien propone sólo el primer enunciado, asumiendo que el segundo y tantos otros están implícitamente contenidos en él, es tachado de anticulturalista, como si tuviese un afán patológico por eliminar las peculiaridades y diversidades humanas. Consideración a todas luces injusta. Pues por la misma razón deberíamos acusarle de ir contra la diversidad en el vestir por no enunciar tras su defensa de los Derechos Humanos la frase pertinente: «Pero se deberá tener en cuenta el fenómeno social de la moda». En fin. Las palabras no son inocentes. Y si analizamos debidamente el debate político en cuestión descubriremos significados más profundos.

Suele ocurrir. El que acusa de ir en contra de las culturas de los pueblos a aquél que considera prescindible la enunciación de su defensa, es muy a menudo defensor de las culturas de los pueblos en detrimento de los Derechos Humanos. Evidentemente, tal ciudadano negará la conclusión de este análisis. Sobre todo si se lo preguntamos en una conversación relajada. Negación. Elemental mecanismo de defensa del yo suficientemente estudiado por Anna Freud. Y, sin embargo, vemos muy frecuentemente como los llamados defensores de las culturas de los pueblos toleran, sin demasiada estridencia, el trato vejatorio que recibe la mujer o la evidente falta de libertad de expresión en la mayoría de los países islámicos. Amén de ciertos excesos nacionalistas. Toleran con su conducta, sí, por más que denuncien verbalmente el velo islámico, el fundamentalismo religioso o los atentados terroristas que se llevan a cabo en nombre de una patria paranoicamente autoproclamada oprimida. El caso es que siempre hay una manifestación más importante a la que acudir, una declaración más urgente que hacer, una injusticia más flagrante a la que atender. No se molesten pues en preguntarles en conversaciones de salón. Sus respuestas son previsibles. Atrévanse a ir más allá. Observen sus acciones. Tomen nota de los matices de sus medidos discursos. Comprobarán entonces que el culturalismo se superpone a la defensa de los Derechos Humanos siquiera inconscientemente, como un tremendo lapsus o acto fallido que aflora demasiadas veces en el discurso y en la praxis política de los autoproclamados paladines de «las culturas de los pueblos»
Jesús Palomar Vozmediano

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