PRESENTACIÓN

domingo, noviembre 28, 2010

DELENDA EST LOGSE


Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo en una lejana región de China gobernaba un malvado mandarín. Tan despiadado era que solía dedicar el tiempo a inventar nuevos tormentos para sus súbditos. Decidió probar su última ocurrencia con un grupo de desgraciados a los que debería de tener cierta ojeriza. Una mañana mandó apresar a todos los que tenían fama de sabios. Los tumbó en el suelo, los ató de pies y manos y depositó sobre sus cuerpos una enorme piedra que, a la vez que les provocaba gran dolor, impedía por completo su movilidad. Al principio los pobres súbditos se quejaban por su situación. No obstante, muchos de ellos consideraban que tal experimento era por el bien del reino, pues de todo hay entre las opiniones de los hombres. En cualquier caso, la piedra era siempre objeto de discusión.
Pasó el tiempo. Haciendo bueno aquel antiguo dicho de que lo peor del infierno son los tres primeros días, los sabios dejaron de referirse a la piedra y acabaron por considerarla como algo natural.
El mandarín murió. Pero fue sustituido por otro. Y éste, por otro. Todos igualmente crueles. El último de ellos, que quería emular al gran mandarín en su inventiva y crueldad, ideó nuevos martirios que aplicó de inmediato a los esclavizados. Un cangrejo no paraba de presionar con sus enormes pinzas el dedo gordo del pie derecho, un pájaro carpintero no cesaba de picotearles las orejas y un pekinés rabioso (más molesto que peligroso pues era pequeño y feo, pero en absoluto feroz), les mordía las manos cuando le venía en gana.
Un grupo de súbditos que tenía la gran suerte de no sufrir estos castigos (quizá por ser todos sus componentes más listos que sabios), decidió ayudar a estos pobres desgraciados. Comenzaron su hazaña elaborando un solemne documento que, una vez firmado por los presos, harían llegar al consejero del mandarín.
El documento decía así:
"Es inadmisible que el cangrejo les presione continuamente el dedo gordo del pie. Es inadmisible que el pájaro no pare de picarles las orejas. Es inadmisible que un perro rabioso les muerda las manos.¡Protestamos enérgicamente y exigimos que cesen tales martirios!"

El documento fue leído a cada uno de los sabios. Y mientras asentían con la cabeza, fueron firmándolo como podían.

Con apenas un hilo de voz y esquivando los grandes dolores que la piedra les producía, algunos exclamaban:
-¿Conseguiremos algo con ello?
Sus altruistas defensores contestaban compasivamente:
-Si nada conseguimos, que al menos quede testimonio de nuestra dignidad.
Finalmente, el humanitario grupo llegó al último súbdito y le leyó el documento. Éste, que solía ser parco, quedó pensativo durante unos instantes. La expectación fue grande pues aunque muchos sospechaban que hacía tiempo que había perdido el juicio, eran también muchos los que aseguraban que era discípulo de Buda o de Confucio. Finalmente, respondió:
-El cangrejo es muy molesto, pero tengo la pierna tan magullada que apenas me llega dolor. Los pájaros son muy molestos, pero las heridas de mi cuerpo son tan irritantes que apenas me llega dolor. Los perros son desde luego muy desagradables, pero es tal el deterioro de mis brazos que apenas me llega el dolor. ¿Por qué no intentan quitarme también esta horrible piedra causa de mis mayores sufrimientos desde hace tanto tiempo?
-¿Qué piedra?- dijo a coro el humanitario grupo autodesignado como defensor de los presos.
El sabio entonces se negó a firmar aquel generoso documento.
-¡Que al menos quede testimonio de mi dignidad!-dijo.


Allá por el siglo II a. de C., el general romano Catón El Viejo solía acabar todos sus discursos en el Senado, viniese o no a cuento, con una muletilla que se hizo famosa: ciertamente opino que Cartago debe ser destruida. Así quedó en la fraseología popular de Roma como sinónimo de que nunca hay que olvidar la raíz del problema. Aunque la traducción no es literal, la frase que pasó a la historia es ¡Delenda est Carthago!

Muy probablemente el sabio de nuestra alegoría habría firmado aquel generoso documento si después de cada protesta se hubiese añadido la frase pertinente: ciertamente opino que esta desagradable piedra debe ser destruida.
Son días de elecciones sindicales en los institutos de secundaria. Los sindicatos de clase (entre los que abundan generosos defensores de nuestros derechos y que constituyen un grupo de personas que son sin duda más listas que sabias), y otros sindicatos minoritarios que tendrán que ganarse a pulso mi confianza declarándose enemigos explícitos de aquellos, nos agasajan con manifiestos y documentos. En ellos suelen santificar nuestra profesión y nos prometen una incondicional defensa de nuestros intereses y, por ende, de los interesen de la Educación.
Todos nos recuerdan nuestros últimos martirios añadidos. Nos bajan el sueldo, nos aumentan las horas de trabajo e incrementan las ratio de las clases. Por ende, las partidas presupuestarias para la enseñanza en general disminuyen. De modo que habrá menos aulas de enlace, menos diversificación y por consiguiente, peores condiciones educativas.

Dado el estado de cosas, protesto por la disminución de las partidas presupuestarias para la enseñanza y por sus inevitables consecuencias: menos aulas de enlace, menos diversificación y, como consecuencia, peores condiciones educativas. Ciertamente opino...

¡DELENDA EST LOGSE!

Protesto porque me bajen el sueldo. Somos los funcionarios de grupo A que menos ganamos además de ser el colectivo que más visita al psiquiatra. Si estamos en crisis, que la casta política comience por dar ejemplo. Ciertamente opino...

¡DELENDA EST LOGSE!

Protesto porque nos aumenten las horas lectivas. Dada las circunstancias educativos esto solo podrá aumentar las visitas al psiquiatra. Ciertamente opino...

¡DELENDA EST LOGSE!

Protesto por el aumento del número de alumnos por clase. Ya está bien de premiar a los profesionales de la salud mental ampliando su lista de pacientes. Ciertamente opino...

¡DELENDA EST LOGSE!

Protesto porque es inadmisible que no se mantengan al menos los mismos interinos que trabajaron el curso pasado y que este curso han dejado de dar clases. En algunos países europeos las empresas capean la crisis despidiendo a parte de sus empleados sin bajar el sueldo a los que siguen trabajando, pero en Alemania y en otros países capean la crisis bajando el sueldo a todos los trabajadores y manteniendo la plantilla. Aquí somos más chulos que nadie, nos bajan el sueldo y reducen la plantilla. Si además aumentamos el número de alumnos por clase y las horas lectivas de los profesores, reducir la plantilla roza el escarnio moral. Ciertamente opino...

¡DELENDA EST LOGSE!

6 comentarios:

  1. Emocionante, genial, brillante.
    Pero descuidas en la alegoría la pregunta que se hace cualquier Sherlock: ¿qui prodest?

    Sé, no obstante, que esto te lo condiciona lo buena persona que eres.

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  2. Bueno, Ragodí, creo que a la persona del video que aparece en el siguiente enlace (que no tengo el placer de conocer), la logse le debe resultar muy beneficiosa. Sirva como ejemplo.

    http://www.youtube.com/watch?v=oH-B-m7jCQ0&feature=player_embedded

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  3. Decididamente, Jesús Palomar, es para reclamar a gritos una traducción al español: ¿los comportamientos no son observables? ¿Las competencias son movilizaciones?
    ¿Esto qué es?
    ¿Será tan contagioso como la LOGSE o nos llegará ya cuando todos hayamos perdido la cordura?
    ¡Tiene que venir un "tsunami" intelectual y ecológico que limpie tantas ideas tóxicas!
    Lo peor es que quizá cuando llegue, tú y yo ya seremos juzgados como cómplices de esta manada mostrenca.

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  4. Ya es demasiado tarde. El daño está hecho.

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  5. Desde luego, el daño está hecho, Jose. Pero, en fin. Cartago acabó por ser destruida (aunque el viejo Catón no vivió para contarlo).

    Un saludo, y gracias por participar.

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  6. Ya, Jesús, pero en aquel caso Roma era la potencia emergente; ahora, lo es la filosofía LOGSE, nacida del contubernio entre psicólogos, pedagogos y políticos, es decir, quienes menos entienden de adolescentes y de educación. A raíz del último Informe Pisa, el Gobierno ha extraído la conclusión que era de esperar: nuestras cifras de fracaso se deben al alto nivel de exigencia del sistema educativo español. Así que ve preparándote.

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