PRESENTACIÓN

martes, octubre 20, 2015

LA FILOSOFÍA DE HERÁCLITO (VIDEO)


             
HERÁCLITO DE ÉFESO (544 -484 a. de C.)

            Heráclito de Efeso quiere tomar partido por la afirmación del movimiento y el cambio, y en este sentido renuncia al camino de la razón lógica.

            Los sentidos me muestran que hay movimiento y cambio. “El movimiento existe”, esta será la primera gran afirmación de Heráclito. Ahora bien, ¿cuál es la verdadera naturaleza del  movimiento? Una observación ingenua de la Naturaleza me hace pensar que existen cosas que permanecen y  cosas y cualidades de cosas que cambian. Por ejemplo una flor cambia día a día, pero no de una forma radical. La flor que hoy tiene cincuenta pétalos mañana tiene cuarenta y nueve porque uno se le ha caído. Pero la flor permanece. La flor es hoy y mañana la misma flor, aunque se le haya caído un pétalo. Juan es rubio hoy y mañana se torna canoso. No obstante, Juan permanece siendo el mismo hoy y mañana. Juan es Juan en cada uno de los instantes de su vida. Aunque cambien algunas cualidades de Juan, Juan mismo no parece cambiar. La observación ingenua de los cambios naturales nos llevaría a afirmar que, aunque algo cambia, siempre hay algo que permanece. No obstante Heráclito abandona la observación ingenua de la Naturaleza y realiza una reflexión filosófica que la rectifica pretendiendo ser más fiel a los sentidos que los propios sentidos. La reflexión de Heráclito podría ser de este talante: ocurre a veces que las cosas cambian tan lentamente que tenemos la ilusión perceptiva de que en el fondo no cambian, que algo fundamental en ellas siempre permanece. Así pues, la flor y Juan, decimos, son siempre ellos mismos. Si una película rodara toda la vida de la flor y de Juan desde sus nacimientos a sus muertes y luego la pasáramos a cámara  rápida, esta ilusión se desvanecería. Nos percataríamos entonces de que la flor y Juan son un puro proceso y no hay nada que estuviese en el primer día de la flor o de Juan que continuase estando en el último. Efectivamente el Juan de 10 años es de aspecto rubio, menudo y de carácter alegre y el Juan de 50 es taciturno y algo más grueso. ¿Será la pura materialidad que constituye a Juan lo que permanece? Craso error, hoy sabemos que al cabo de 8 años ninguna célula de nuestro cuerpo se conserva ya. Las células se renuevan (quizá algunas neuronas permanecen, pero dado que son cuerpos vivos también padecen cambios, y lo mismo que decimos de Juan podríamos decir de cada una de las neuronas de nuestro cerebro) ¿Serán los recuerdos de Juan lo que define su identidad? Juan a los 30 años tuvo un accidente y perdió la memoria (en cualquier caso, todos sabemos lo poco fiables que son nuestros recuerdos. Inventamos escenas y olvidamos otras muchas). No decimos por ello que Juan ya no es Juan, sino que Juan perdió desgraciadamente la memoria. Pero si no permanece en Juan su carácter, su aspecto físico, su materia ni sus recuerdos, ¿qué permanece entonces? Heráclito lanza pues su segunda gran reflexión: todo cambia y nada permanece. Para explicar este concepto Heráclito recurre a una metáfora y dice que el arche es el fuego. Con ello no quería Heráclito competir con los filósofos jónicos. No quería decir realmente que la realidad fuese fuego, sino que la realidad es tan inestable, tan dinámica como el fuego. Aunque, ¿quién sabe? Quizá quería decir también que la realidad es fuego. En Heráclito, como veremos, no es incompatible este planteamiento dual de la cuestión.

            ¿Cómo expresamos ahora el fluir de la naturaleza admitiendo la no permanencia de algo en ese fluir? Volvamos a Juan. Si Juan a los 20 años es Juan y a los 50 es Juan, pero nada permanece en el Juan de los 50 de el de los 20, también podemos decir en cada momento que Juan no es Juan. Así pues Juan es Juan y no es Juan. La realidad es y no es. En cada momento podemos decir que existe eso que existe; pero como todo es fugaz, en el momento deja de existir y existe entonces lo que no existe. Heráclito expresa esta idea de continuo devenir y fluir de la realidad afirmando que nunca nos bañamos dos veces en el mismo río porque las aguas son siempre diferentes. Si el río son las aguas y las aguas son en todo momento distintas, el río nunca es el mismo. En este punto muchos de los presentes empezareis a entender porqué a Heráclito le llamaban el oscuro. La postura epistemológica de Heráclito le ha llevado a un lenguaje explicativo que en cierto sentido nos confunde. El discurso de Heráclito no es lógico, y si no hay razón lógica la comunicación de nuestro pensamiento se oscurece.
            Que Heráclito no sea lógico no quiere decir que no sea racional. Heráclito considera no obstante que la naturaleza, el cambio, se puede comprender en algún sentido. Es cierto que no hay una sustancia que permanezca en los cambios, pero los cambios no están regidos por el azar. Existe una ley necesaria  que rige todos los cambiosHeráclito la llama Logos y este logos nos da una cierta garantía de inteligibilidad del propio fluir.
          Heráclito acaba de inaugurar una nueva forma de razón que se expresa por oposiciones y contrarios y que nada tiene que ver con la razón lógica de lo permanente: la razón dialéctica. Hará falta llegar a Hegel, filósofo alemán del siglo XIX, para entender esta razón en un sentido más amplio.

El problema continúa con Parménides.

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