martes, agosto 09, 2011

LAS TRES HORMIGAS



Según Gustavo Bueno el monoteísmo de Aristóteles contiene la semilla del ateísmo. Efectivamente, un dios impersonal que ignora a todas las cosas y criaturas del mundo está a un paso de un “nodios”.
Los epicúreos también manifiestan sus dudas sobre los dioses. Probablemente no existen, pero si existiesen no se ocuparían de los insignificantes asuntos humanos. Y mucho menos para castigarnos. Así se defiende la escuela hedonista del cuarto miedo que acecha a los hombres.
Creo que el cuento “Las tres hormigas” del gran poeta indio Khalil Gibrán viene a ilustrar magníficamente esta especie de ateísmo suave o agnosticismo.

LAS TRES HORMIGAS

Tres hormigas se encontraron en la nariz de un hombre que dormía tumbado al sol. Y después de saludarse unas a otras, cada una de acuerdo con la costumbre de su tribu, se quedaron allí a conversar.

La primera dijo:“Estas colinas y valles son los más estériles que he conocido. He buscado todo el día algo de grano de cualquier clase, y no he encontrado nada”.

La segunda hormiga, dijo: “Yo tampoco he encontrado nada, aunque he visitado cada rincón y cada claro. Esto es, creo, lo que mi gente llama la suave y movediza tierra en la que nada crece”.

Entonces la tercera hormiga levantó la cabeza y dijo:“Amigos míos, estamos en la nariz de la hormiga suprema, cuyo cuerpo es tan grande que no podemos ver, cuya sombra es tan vasta que no podemos abarcar, cuya voz es tan potente que no podemos oír; y esta hormiga es omnipresente”.

Cuando la tercera hormiga habló, las otras se miraron y rieron. En ese momento, el hombre se movió y, en sueños, levantó su mano y se rascó la nariz. Entonces aplastó a las tres hormigas.