jueves, julio 13, 2006

NACIONALISMO Y MARXISMO (o de la teoría)


Atendamos al siguiente discurso político:«Nosotros sólo deseamos el bien del pueblo. El pueblo es soberano, dueño de su destino, pero para que este destino se cumpla el pueblo debe romper las cadenas y luchar por su libertad. Sólo así podrá al fin erradicar todos los males que le afligen»

¿Quién ha escrito este texto? ¿Qué tipo de ideología respalda estas palabras? Por extraño que parezca este texto podría ser subscrito por un líder marxista o por un líder nacionalista. Tanto el marxismo como el nacionalismo desean el bien del pueblo, consideran al pueblo soberano y animan a la lucha por la libertad. El objetivo final de esta lucha es erradicar los males del pueblo. Y, sin embargo, nacionalismo y marxismo son ideologías antagónicas que nacen en el siglo XIX, como consecuencia de los cambios sociales, políticos y económicos que origina la Revolución francesa. Es decir, son enemigas naturales. Y, por tanto, esencialmente distintas. Entonces, ¿dónde está la trampa? Borges tiene un estupendo cuento titulado Pierre Menard, autor del Quijote donde nos presenta a un escritor que pretende elaborar una novela original y única. Sin embargo, el libro de Pierre Menard se titula igual que el libro de Cervantes, tiene sus mismos capítulos, los mismos puntos y comas, las mismas frases y palabras. A pesar de todo, Pierre Menard insiste en que es otro libro. La aparente paradoja se debe a que las frases y las palabras tienen significados distintos. La historia que narra Pierre Mennad, tras la pertinente aclaración sobre lo que quiso decir con esta o aquella expresión, es otra muy diferente a la de Cervantes.
 
Nacionalistas y marxistas se proclaman emancipadores del pueblo, e igualmente consideran que el pueblo es el único soberano legítimo de la tierra donde habita. Ambos desean el bien del pueblo y rechazan los males presentes. Pero la cuestión es que lo que cada una de las ideologías entiende por pueblo, soberanía popular, emancipación, bien o mal del pueblo es totalmente distinto. Así pues, diciendo idénticas palabras, unos y otros se refieren a cosas radicalmente diferentes, opuestas y excluyentes. Y con los mismos vocablos escriben distintos quijotes.
Para los nacionalistas el pueblo es la nación. El término nación viene del verbo latino nascor, que indica nacimiento, en el sentido de brote o generación. De modo que el conjunto de personas que constituyen una nación es vivido por los nacionalistas cómo una realidad que brota o se genera, dotada de naturaleza. Es decir, dotado de un modo de ser inamovible que la define, la identifica y la diferencia de otras naciones. Los rasgos comunes que aportan esta identidad no son accidentales. Son esenciales. A saber, la lengua, la raza o la religión, o las tres a la vez; hábilmente aderezadas por las costumbres, las tradiciones, la herencia de un arcano pasado o una oscura y fantástica mitología. Puesto que hay naciones diferentes, y estas diferencias no son accidentales, hay diferencias esenciales entre las personas de una nación y las de otra. Sin embargo, los marxistas interpretan el término pueblo más bien como población de un territorio, y más precisamente como la masa obrera, el proletariado, la población que constituye mayoría y está explotada por una clase minoritaria. Para los marxistas las diferencias entre individuos son siempre accidentales. No hay pueblos esencialmente distintos a otros. Pues si admitiesen esta diferencia esencial deberían admitir que cada pueblo podría llegar a normas y leyes peculiares que reflejasen, a su vez, una idea de justicia totalmente opuesta. El concepto de esencia fue duramente criticado por Marx, no ya en relación con la esencia de las naciones sino con la esencia del genero humano. Una de las críticas a Feuerbach se centra en este concepto. Ni siquiera hay esencia genérica de lo humano, lo único propio del hombre es su capacidad transformadora de la naturaleza para satisfacer sus necesidades. Es decir, la esencia del hombre es funcional, no estructural. Esto constituye su ser económico y material, y este modo de ser tiene su propia lógica de desenvolvimiento en la historia (materialismo histórico) que afecta, ineludiblemente, a todos los hombres. Ahora bien, si no hay esencia de lo humano, ¿cómo podría haberla de los pueblos?
De modo que cuando se habla de liberar al pueblo el nacionalista se refiere a desvincularlo de la nación opresora que supuestamente reprime su identidad, sin atender especialmente a la justicia social que se ha de establecer entre los miembros de la misma nación, pues no existen clases, solo naciones. Sin embargo, para el marxista la libertad del pueblo supone romper la dependencia con la clase opresora que fomenta la injusticia social sin distinguir si esta clase opresora es de una u otra nación. Pues no existen naciones, solo clases.
Cuando ambas ideologías proclaman que la soberanía reside en el pueblo siguen diciendo cosas diferentes. Los nacionalistas quieren decir que reside en su pueblo, es decir, en su nación, y no en otras naciones competidoras y represoras de la identidad colectiva. De modo que desde el nacionalismo toda proclama soberanista es siempre una declaración de guerra a la nación invasora o a la nación amenazante, y un intento de secesión o de invasión, según el caso. Cuando el marxista proclama que la soberanía reside en el pueblo quiere decir que es el pueblo, la mayoría de los habitantes de un territorio, generalmente explotados y oprimidos, los que tiene el derecho de sustituir en el poder a la minoría opresora, a saber, aristócratas o burgueses.
Para el nacionalista el mundo está constituido por diferentes naciones con similares afanes de hegemonía. El mal supremo es la pérdida de identidad, y el único que puede realizarlo es otra nación más poderosa. Por tanto, el enemigo natural de una nación es otra nación, y la historia es la guerra entre naciones. Para el marxista el supremo mal es la injusticia social. Y la minoría opresora, dueña de los medios de producción, el principal enemigo. En consecuencia, la única lucha que cabe concebir es la de clases. El marxismo es internacionalista.
La nación, en cuanto que es una realidad natural que nace, es semejante a un organismo vivo. Pero esta idea está en liza con el ideal igualitario de los marxistas. Considerar la nación como un organismo es aceptar, implícitamente al menos, que pueden existir distintas clases o estratos en su seno, con distintas misiones por realizar, análogamente a lo que ocurre en un cuerpo donde la cabeza, la mano o el riñón, aunque persiguen el mismo fin, hacen cosas diferentes. Desde luego, esta idea no es incompatible con la división de la sociedad en trabajadores y burgueses. Y está a años luz de una visión igualitaria, no ya de la Humanidad o de la sociedad, sino incluso entre los individuos de la misma nación.
El nacionalismo se nutre del romanticismo decimonónico alemán. Y, por tanto, es esencialmente sentimentalista. Para el nacionalista la nación tiene que ver con sentimientos y emociones exaltadas y está íntimamente relacionada con términos como heroísmo, destino glorioso y otros de similar catadura. En cambio, el marxismo es racionalista e hijo de la Ilustración, y la intervención de los hombres en la historia debe estar orientada por el conocimiento de las leyes dialécticas del devenir. La acción es reflexiva y científica, y está encaminada a una sociedad sin clases.La nación posee un espíritu colectivo o Volksgeist, es decir, un espíritu del pueblo. Para el nacionalismo, no exento de religiosidad, el espíritu es más importante que el cuerpo, ergo el espíritu del pueblo es más importante que el pueblo mismo. Los marxistas son materialistas y sólo pueden ver en los discursos demasiado espirituales un instrumento de alienación ideológica al servicio de la clase dominante. En lugar de espíritu del pueblo el Volksgeist sólo puede ser, como la religión misma, el opio del pueblo.

Nota: Para completar las ideas expuestas en el artículo recomiendo cliquear en el enlace, donde hay algunas citas significativas de marxistas ilustrados y reconocidos.

El artículo se publicó por primera vez en el diario INFORMACION de Alicante con el título "Nacionalismo e izquierda". En el presente escrito se ha reformado someramente el principio, eludiendo así la coyuntura política del momemto en que fue escrito.

Jesús Palomar Vozmediano

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jesús te olvidas de que el nacionalismo tiene otra fuente, la revolución francesa, de ella surge un nacionalismo racionalista, basado en la suma de ciudadanos con un objetivo compartido, que a diferencia del de raiz alemana no es esencialista, sino funcional

Jesús Palomar dijo...

Saludos Iñaki. Encantado de que visites mi blog. Estás en tu casa.

He de decir que tienes toda la razón. El término "nacionalismo" es equívoco. Y al menos existen dos significados. El esencialista (germano) y el que tú llamas funcional y yo prefiero llamar voluntarista (francés).Ser de nacionalidad francesa, tras la Revolución, no es una cuestión de esencia (particularismo) sino de vocación universal.Es fruto, pues, de la Ilustración. Lease entonces donde pone nacionalismo, nacionalismo esencialista o identitario.

Quizá deberería heberlo aclarado con una nota al pie o algo así.

Gracias por la observación.