Hace algún tiempo escribí un cuento hiperbreve que pretendía (presuntuosa pretensión, desde luego) interpretar de modo poético la vasta filosofía de Hegel. Lo que salió entonces fue un mínimo relato titulado “Consecuencias del aburrimiento”, y que ahora he rebautizado con el titulo, algo más pomposo y filosófico, de “Der absolute Geist” (El espíritu absoluto). El cuento pertenece a un libro titulado “La muerte de Federico Almagro y otros relatos fantásticos” que se puede ojear en el enlace. Aquí os dejo el relato:
Der absolute Geist
El Espíritu sólo conquista su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto desgarramiento.
FRIEDRICH HEGEL
La Fenomenología del Espíritu
HABÍA NINGUNA VEZ, en ningún lugar, un ser tan lleno de sí mismo, tan intenso y reducido, que apenas era. No encontrando otro objeto más raro e interesante, decidió contemplar su profunda y maravillosa irrealidad. Durante nada de tiempo, en inmaculado autismo, constató su poder absoluto, su conocimiento absoluto, su perfección absoluta y, puesto que se sabía de memoria, constató también, tal vez un poco contrariado, su aburrimiento absoluto. «Estoy solo y lo sé todo, ¿cómo podría divertirme de verdad?», dijo sin decir. Tan trascendental reflexión, que tampoco duró nada, fue seguida de un premeditado sueño donde se olvidó de sí mismo. El tiempo comenzó y las cosas empezaron a ser cosas. Desde entonces, enajenado, padece una grave crisis de identidad y se anda buscando por el mundo. Sin saber que juega, juega a no saber quien es. Amando, odiando, riendo y, sobre todo, sufriendo va poco a poco recordándose. Apenas se reconoció en las primeras piedras y vegetales, y luego en peces, dinosaurios, cucarachas y lagartijas. Cuando el primer hombre, sobrecogido en una noche estrellada, le dedicó algún pensamiento, sospechó. Se despabiló un poco de su profundo letargo. Pero aún anda en duermevela. Perdido desde el principio es presumible que al final se encuentre. Entonces, el tiempo cesará y las cosas dejarán de ser las cosas. Satisfecho, tal vez, de su épica aventura, volverá a ser autista. Reconcentrado en ningún lugar y en ningún momento contemplará de nuevo su absoluta perfección y, en su absoluta soledad, volverá a aburrirse absolutamente.
Había ninguna vez en ningún lugar...
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