Platón especula a partir de sus propias experiencias internas en torno al alma, similares a las de cada uno de nosotros. Veamos cual es la naturaleza de esta especulación introspectiva. A veces nuestro interior, nuestra mente o alma, muestra algunas tensiones o contradicciones. Pasamos por una pastelería y queremos y no queremos comernos un pastel. Vemos fumar a un amigo y deseamos y no deseamos fumar. Fumar es malo, pero aporta placer. Se produce una especie de lucha interna. De este conflicto Platón deduce una cosa: el alma no es unitaria. Para que exista conflicto deben existir al menos dos partes en liza. Profundizando en esta experiencia, ¿qué podemos concluir? Yo sé que fumar me perjudica, tengo los conocimientos básicos para saber que el tabaco es malo para mi salud, es por ello que siempre que me dispongo a fumar me lo pienso dos veces. No obstante, tengo una inclinación, un deseo muy poderoso de fumar en determinados momentos. A veces, si mi voluntad es lo suficientemente fuerte, se pone al servicio de mi razón y no fumo. Venzo y someto de esta manera mi deseo de fumar. Otras veces, si mi voluntad es débil, el deseo vence y se impone a las consideraciones racionales, a mi propósito de no fumar.
Si mi razón alcanza un conocimiento aceptable sobre los males del tabaco y fuese muy reflexiva a la hora de fumar; si mi voluntad fuese siempre fuerte y esta fortaleza fuese utilizada por mi razón para hacer cumplir sus propósitos venciendo siempre mis inclinaciones o deseos insanos, entonces resultaría un cierto equilibrio interior que me haría la vida más llevadera, me haría un poco más feliz. Esto es lo que viene a decir Platón con otras palabras.
domingo, diciembre 22, 2013
viernes, diciembre 06, 2013
CONSTITUCIÓN Y DERECHOS HUMANOS
Una interpretación rigurosa del apartado, centrándonos en la primera y contundente frase, apunta al carácter aconfesional del Estado. Y esto implica que el Estado no debería contribuir al mantenimiento de ningún credo religioso y mucho menos a su fomento. No obstante, el enunciado siguiente habla de “las creencias religiosas” y “la Iglesia católica”. ¿Frase inútil, entonces? El segundo enunciado que en puridad no debería contradecir al primero, más claro y contundente, actúa como un subterfugio que se traduce en la praxis política como el mantenimiento, cuando no el fomento, de la religión católica por parte del Estado. Ciudadanos designados por la jerarquía eclesiástica, sin presentarse previamente a ninguna oposición y sin libertad de cátedra (hechos ambos suficientes para escandalizar a cualquier persona con convicciones democráticas), dan clases de adoctrinamiento moral y religioso en colegios e institutos públicos. Hay más. El sueldo que reciben sale del Erario. O sea, de su bolsillo y del mío, por más que sea usted agnóstico o ateo.
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Publicado por
Jesús Palomar
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Artículos Publicados,
política
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