sábado, febrero 13, 2016

ZENÓN, AQUILES Y LA TORTUGA. video (2/2)


 
Zenón quiere demostrar que el movimiento y el cambio son  un absurdo desde el punto de vista de la razón lógica. Lo que es un absurdo no se puede entender ni pensar sin contradicción y lo que no se puede pensar sin contradicción no existe. Nadie afirmaría que existe un circulo cuadrado. No existe un circulo cuadrado porque es un absurdo impensable. Cuando decimos circulo cuadrado sólo emitimos un sonido sin referente ni significado. Igualmente cuando decimos movimiento o cambio. Que yo vea que Aquiles gana la carrera no es una refutación del los argumento de Zenón. Los sentidos nos muestran que se da cambio y movimiento, pero esto constituye una mostración sensitiva y no una demostración lógica. Diógenes, atento oyente del argumento de Zenón, se levantó y se echó a andar. El movimiento se demuestra andando, dijo. Aquel avispado griego mostró  a los ojos de los demás algo a lo que hemos dado en denominar movimiento, pero no demostró argumentativamernte, utilizando un razonamiento lógico, que el movimiento fuese algo real. A veces las mostraciones sensitivas nos engañan, nos llevan a afirmar cosas erróneas, y tenemos que echar mano a una cierta demostración racional. Al meter un palo en el agua, por ejemplo, parece que se tuerce y no es así. Los sentidos muy bien podrían también engañarnos  en el movimiento y el cambio. El movimiento y el cambio podrían muy bien ser una ilusión sensitiva similar al cine, por ejemplo. Los personajes de las películas parecen moverse y cambiar, pero en el fondo el cine es una pura ilusión. Los personajes de la película están sucesivamente inmóviles e inmutables en cada uno de los fotogramas. ¿No podría ser la vida misma una macro película elaborada por una especie de dios ilusionista?             
               Tal vez a estas alturas pudiéramos pensar que Zenón es el prototipo de filósofo que parece divertirse en jugar con el lenguaje, en inventarse problemas y en hacernos dudar burlonamente de lo evidente. Tal vez pudiéramos tener la tentación de razonar de la siguiente forma: “La aporía de Zenón es curiosa y divertida, pero nada más. La ciencia, que es el discurso con más garantías de verdad, afirma una y otra vez la verdad del movimiento. El propio Newton nos habla de conceptos como velocidad y aceleración que se refieren al movimiento mismo. Y podemos deducir, gracias a sus geniales fórmulas, la posición y velocidad que un proyectil tendrá al cabo de un tiempo sabiendo su velocidad inicial y su aceleración. Si afirmo que un proyectil tiene en le Km 5 una velocidad de 30Km/h, implícitamente demuestro que el proyectil se mueve.”

               Intentemos cuestionar este razonamiento desde la propia ciencia. En el siglo XX se ha admitido que la física de Newton no es del todo cierta o no dice toda la verdad. Es cierto que la seguimos utilizando diariamente para deducir posiciones y velocidades de proyectiles y se revela como bastante útil; pero su utilidad relativa no es una garantía de su presunta verdad. También eran útiles los mapas celestes anteriores a Copérnico y el heliocentrismo para muchos navegantes renacentistas y esto no demostraba que la Tierra fuese el centro del universo. La física de Newton se asume hoy día como un caso particular de una nueva teoría física que parece más útil y explicativa que la de Newton: la física cuántica. Existe un principio físico en esta teoría (el principio de indeterminación descubierto por W.Heisemberg) que viene a decir lo siguiente: Si pretendemos deducir la posición de una partícula subatómica presuntamente en  movimiento tenemos que concluir que no tiene en el fondo velocidad. Es decir, que la partícula en presunto movimiento está en realidad parada. Pero si intentamos deducir su velocidad tenemos que concluir que no tiene posición. Esto es, que en algún sentido no es una partícula que ocupe un lugar concreto sino una especie de vibración, onda o entelequia de difícil concreción. El problema lleva a la física cuántica a una contradicción lógica: un electrón, por ejemplo, es una partícula y no es una partícula. Es presumible que W.Heisemberg no despreciaría en absoluto las especulaciones de Zenón.
            La aporía de Zenón nos obligan pues a tomar un partido epistemológico. O apostamos por los sentidos y afirmamos el movimiento y el cambio; o apostamos por la razón lógica y lo negamos.
El problema que plantean Zenón continúa con Heráclito

martes, febrero 09, 2016

ORIGEN DE LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA


¿Cuál es el origen de la monarquía parlamentaria? Hagamos un poco de Historia. La revolución Gloriosa entroniza a Guillermo de la Casa de Orange. Tras su muerte, en 1702, se corona a Ana Estuardo, que era su cuñada. En 1707 la reina Ana amplía su reinado a Escocia e Irlanda. De modo que Ana es la primera reina de Reino Unido. Su reinado fue convulso, marcado por la guerra de sucesión al trono de España (en el ámbito anglosajón esta guerra es conocida como la guerra de Ana). Tras su muerte en el año 1714 se corona a un rey que procede de la Casa de Hannover, el elector de Hannover, el alemán Jorge I (1660-1727). Fue en su reinado cuando nació la monarquía parlamentaria.

El último rey verdaderamente absoluto fue Enrique VIII. Desde entonces hasta el reinado de Jorge I el poder del monarca había ido progresivamente limitándose.

Recordemos algunos hechos significativos. Con el reconocimiento del Habeas Corpus de 1679 se garantizaba que nadie podría ser detenido e inculpado sin ser puesto a disposición de un juez a las 74 horas de su detención, quien debería notificarle la causa de la misma y poner a su disposición un abogado. Se ponía freno así a la arbitrariedad del poder y se institucionalizaba una justicia independiente que garantizaba la libertad de los ciudadanos. Pero el hecho más importante ocurrió en el año 1689 con la llamada Revolución Gloriosa.  El Parlamento inglés obligó a Guillermo de Orange a jurar la Declaración de Derechos (The Bill of Rights). Se constituía así una monarquía mixta donde el rey tenía el mayor poder ejecutivo, los Comunes el poder legislativo y los Lores sobre todo el poder judicial. El rey tenía que someter algunas de sus decisiones al Parlamento, pero podía nombra gobierno y tenía derecho de vetar leyes de los comunes. Así gobernó la reina Ana Estuardo y Jorge I. De modo que Jorge I todavía tenía el poder de nombrar al primer ministro. Sin embargo, factores ajenos a la voluntad político hicieron que este último privilegio desapareciese y que la monarquía del Reino Unido se convirtiera en lo que hoy denominamos monarquía parlamentaria. Como decía Maquiavelo, la fortuna, es decir, el azar, es el principal motor de la historia política. Y lo fue desde luego en esta ocasión.

¿Cómo sucedió? La situación política británica con en el nuevo rey Jorge I era muy precaria. Después de la guerra de Ana, los dos partidos del parlamento, los Wihgs y los Torys, estaban divididos, sus diferente facciones hacían muy difícil que cualquiera de ellos actuase en bloque con una mayoría clara. Además había cierta hostilidad de los torys hacia su reinado; pues aunque eran conservadores y defensores tradicionales de la monarquía, muchos de ellos eran jacobinitas (partidarios del rey Jacobo), más afines a un rey de la Casa de los Estuardo. Si a esto le sumamos que el rey Jorge I era alemán y no sabía inglés, se entiende que el nuevo rey se sintiera muy vulnerable ante el nuevo Parlamento. Entonces el diputado wihgs, Robert Walpole (1676-1745), un político especialmente hábil y astuto, se dedicó a conseguir una mayoría parlamentaria comprando voluntades, ofreciendo cosas que no tenía a todos los que lo apoyaran. Y gracias a su habilidad, se ganó también la confianza del rey. El rey nombró finalmente a Walpole Primer Ministro, porque era el único que tenía una mayoría, porque le apoyaba claramente y porque le parecía que de este modo controlaba también el poder legislativo. Y así fue. La Corona, en realidad Walpole y sus seguidores, controlaba a los comunes sin necesidad de comprar ella misma a los diputados o de falsear las elecciones (práctica ilegal pero tolerada a menudo). Controlar la Cámara de los Lores era más sencillo: bastaba con que el rey hiciese uso de su prerrogativa de nombrar a sus miembros. Obviamente la triquiñuela de Jorge I y Walpole iba en contra del espíritu de la Revolución Gloriosa que pretendía una separación entre ejecutivo y el Parlamento. Circunstancia que el líder de los Torys, Henry St John, primer vizconde de Bolingbroke, nunca dejó de denunciar. Tal enfrentamiento era la razón por la que el partido de los Wihgs fuese llamado el partido de la Corte y el de los Torys, el partido del país.

¿Qué sucede después? Cuando acaba el primer mandato de Walpole, el rey  podía haber nombrado a otro Primer Ministro, porque todavía esta facultad le correspondían a él, no al parlamento. Sin embargo, repitió el nombramiento de Walpole que seguía teniendo una mayoría que le apoyaba; aunque, obviamente, corrompida. El amor de los ingleses por el pasado, la tradición y el antecedente histórico hizo que el hecho se convirtiera en norma. Aunque también hay que tener en cuenta que el Parlamento, desde el decapitado Carlos I, se había preocupado especialmente en restar poder al rey (recordemos el Habeas Corpus y la Declaración de Derechos). Y tras estos acontecimientos es de suponer que encontró la ocasión de limitar su poder hasta convertirlo en casi simbólico.  Desde entonces el rey nombraría al Primer Ministro que estuviese respaldado por una mayoría en el Parlamento. Cambiaron algunas otras cosas. Ahora el primer ministro solo era responsable ante el Parlamento, y no ante el rey. A diferencia de antes que el Primer ministro lo era ante el rey y no tanto ante el parlamento. Se crea entonces lo que se llama en derecho político parlamentario "parlamentarismo de gabinete", donde ya no es el rey quien gobierna. Fue así como la corrupción de Walpole, aceptada por toda la clase política, transformó la naturaleza de la monarquía británica.

Este sistema corrupto de ir comprando votos pasó a la historia con el nombre de Old Corruption de Robert Walpole. En la política española se suele traducir como clientelismo o caciquismo. Fue copiado en EE.UU con el nombre de Spoil System. La expresión deriva de la frase "to the victor go the spoils" ("al vencedor va el botín"). El Spoil System se le suele atribuir a Jackson, el séptimo presidente de EEUU. Obviamente la legislación británica y la de EE.UU intentaron evitar, con una nueva legislación que priorizara el merito sobre el amiguismo, que esta corrupción se produjese en el futuro.
 
Fuentes principales:  
Texto de Don Antonio García Trevijano. 

viernes, febrero 05, 2016

PODEMOS Y LA ABSTENCIÓN


Hace días que escucho en casi todas las tertulias políticas que a Podemos le interesan unas nuevas elecciones. Hoy leo una encuesta del CIS que dice que si se repitiesen las elecciones Podemos aumentaría el porcentaje de votos un punto y medio. ¿Qué quieren que les diga? No puedo creerlo. Aunque si creo que en el CIS y en muchos medios de comunicación, hay personas a las que les gustaría que lo creyésemos. En las últimas elecciones se infló el porcentaje de Ciudadanos en las encuestas. Quizá para frenar  a Podemos. Hoy toca inflar a Podemos. Quizá por que el peligro de que el monstruo siga creciendo puede hacer que el PP gane votantes. No sé. Las estrategias demoscópicas son a veces muy complicadas.
¿Por qué pienso que Podemos no crecería si se celebrasen nuevas elecciones? La misma noche electoral Pablo Iglesias comunica su irrenunciable defensa del derecho de autodeterminación y advierte que ningún pacto será posible sin contar con ello. Me quedé perplejo. Pensé que quizá era una sobreactuación provocada por la euforia postelectoral y que iría matizándose con el tiempo. Pero, hasta hoy, no ha sido así. Durante los días siguientes comprobé que la marca Podemos era un conglomerado de grupos heterogéneos con reivindicaciones nacionalistas más o menos radicales y que pretendían conseguir cuatro grupos parlamentarios en lugar de uno solo, como el resto de los partidos. O sea, que había un Podemos catalán, otro gallego, otro valenciano y otro del resto de España. Pasaban los días. Observé cómo Pablo Iglesias y los suyos, enconados en sus reivindicaciones nacionalistas, dificultaban una posible negociación con el PSOE. Sin duda una oportunidad única para influir con determinación en el futuro gobierno con dos de las, que yo pensaba, eran sus fundamentales señas de identidad: limpiar la corrupción, echando de paso al PP del gobierno, y la defensa de las políticas sociales. Dos asuntos que celebrarían, sin duda alguna, la mayoría de sus votantes.
Muchos que votaron a Podemos en la última cita electoral fueron votantes de IU en las anteriores. Algunos, desencantados de los dos grandes partidos tradicionales. Y muchos otros, abstencionistas de larga duración desengañados del sistema y afectados especialmente por la crisis económica. Para todos, Podemos significaba una última esperanza, algo nuevo. Podemos los despertó de un largo letargo con la golosina de la justicia social, que ahora parecía ir en serio, y la lucha contra la corrupción de la vieja casta política. Por eso pienso que si Podemos no aparca sus reivindicaciones nacionalistas y pone en su lugar sus políticas sociales habrá un sector de votantes de Podemos que estará muy, pero que muy cabreado. ¿Cree Pablo Iglesias que su votante medio en Extremadura, Andalucía, Madrid o Zaragoza está pensando en la autodeterminación de los pueblos? ¿Cree que le perdonarán su renuncia a intentar formar un gobierno con el PSOE anteponiendo el referéndum en Cataluña a los desahucios, los recortes y el paro? ¿Tiene sentido acaso que el partido de los pobres condicione su ayuda a los pobres a que Cataluña o el País Vasco, que son Comunidades obviamente ricas, tengan el privilegio de autodeterminarse? ¿Un parado de larga duración de Murcia que apenas puede pagar el agua y la luz entenderá la exigencia podemita de un ministerio de plurinacionalidad? Muchos de los que despertaron del letargo volverán a él desengañados, defraudados y asqueados. Se abstendrán.
Otro factor que no puede evadir ningún análisis es que es más que probable que Podemos no se presente conjuntamente con algunas de sus marcas nacionalistas. Ada Colau en Cataluña ha anunciado la creación de un partido propio, Compromis de Valencia se ha separado del grupo parlamentario e incluso Podemos de Andalucía reivindica su peculiaridad. También es muy poco probable que IU vaya con Podemos a las elecciones. Si han soportado la tormenta, sería inverosímil que se abrazaran a Podemos cuando viene la calma. IU a partir de ahora solo puede crecer.
En las últimas elecciones pensé que el nivel de abstención iba a ser muy bajo. Todos sospechábamos que eran unas elecciones muy diferentes a las otras. Daba la sensación de que en ellas nos jugábamos mucho. Y sin embargo la abstención fue solo un poco menor que en las anteriores. En 2011 el 28,31% y en 2015 el 26,8%. Increíble. La consiguiente conclusión fue que muchos de los tradicionales votantes de los viejos partidos ya no votan ni en situaciones excepcionales. Creo que estos votantes son ya irrecuperables para el sistema de partidos actual. En unas segundas elecciones cabe pensar que la abstención aumentará por este flanco. Sobre todo si Rajoy y Sánchez siguen siendo líderes. Dado que cabe esperar que aumente más todavía por el flanco de Podemos, como ya he explicado, posiblemente alcanzaremos record histórico.
La campaña electoral pasada fue una ilusión televisiva. Cuatro líderes nos hablaban, y hablaban entre ellos, con aparente sinceridad y sosiego. Se esforzaban en parecer simpáticos y decir en cada caso lo que queríamos oír. La partidocracia parecía estar en vías de renovación. Pero acabada la campaña, empieza la despiadada lucha por el poder que nos hace conocer desde la primera línea televisiva las tripas del sistema y las tripas de los partidos. Y las tripas nunca son agradables de ver. Cierto que ya las conocíamos, pero durante cuatro años a muchos les da tiempo a olvidarlas. En unas inminentes elecciones tales imágenes están aun muy recientes. ¿Qué vemos? Que nadie está dispuesto a hacer sacrificios personales por el bien común y los partidos son jaulas de grillos en las que cada uno de sus miembros activos teme perder su pequeña cuota de poder y el suculento salario del Estado. En las últimas elecciones ganó la abstención con más de nueve millones. Si se repiten, probablemente ganará de nuevo; pero con mayoría absoluta. Y yo me congratularé por ello. Hoy por hoy la mayoría de los abstencionistas son, a mi juicio, verdaderos demócratas que se niegan a participar en un juego con las cartas marcadas. No sé como puede mejorar la situación. Pero cada vez estoy más convencido de que no mejorará votando. O España despierta con una ruptura pacífica y un periodo de libertad constituyente, o seguirá ad infinito amodorrada. O quizá algo más rotundo, no habrá más España.

lunes, febrero 01, 2016

HITLER Y EL PARLAMENTO DE PARTIDOS


El  parlamento representativo es una herencia liberal que se pone en práctica por primera vez en Reino Unido y que se generaliza en el continente europeo tras la Revolución francesa. Los electores eligen representantes por distrito a una o dos vueltas. Los diputados son elegidos a título individual para defender los intereses de sus distritos y los de la nación. Obviamente tienen una concepción ideológica más o menos común con la del partido o asociación a la que suelen pertenecer, y el  elector también tiene en cuenta esto a la hora de emitir su voto. No obstante, el diputado no está sometido a mandato imperativo del partido ni al de su representante. Obra siempre en conciencia. No es un mandatario que actúe al dictado, es un representante que trata de defender los interese de sus representados lo mejor que puede. A la hora de defender su distrito puede unirse en el parlamento con otros diputados con similares intereses. Por ejemplo, si dos distritos tiene dificultad en el suministro de agua o tienen pocas zonas verdes, diputados de partidos diferentes se suelen unir para procurar una solución. Igualmente ocurre con cuestiones políticas que no están claramente delimitadas ideológicamente. Hoy a estas cuestiones las solemos denominar trasversales: los matrimonios entre homosexuales, las corridas de toros o la controvertida guerra de Irak, por ejemplo. Aunque el jefe del partido dictase una respuesta, el diputado puede actuar en conciencia en contra de la mayoría del partido si es necesario. Actualmente podemos ver estos debates entre diputados del mismo partido en el parlamento de Reino Unido, por ejemplo. De la pluralidad de representantes surge así la unidad de acción, pues la mayoría siempre se impone a la minoría. Y esta mayoría no siempre está constituida por miembros del mismo partido.
Antes de la primera guerra mundial el sistema político alemán no era desde luego perfecto, pero en la República de Weimar, gracias la constitución de 1919, el parlamento se convirtió en un parlamento de partidos sin ninguna representación real.
Los partidos se convirtieron en sólidas estructuras verticales avaladas por el estado, ajenos a la sociedad civil. Y el sistema electoral dejó de ser mayoritario y pasó a ser proporcional: los votantes no elegían individuos, sino una lista de candidatos elaborada por el jefe del partido. La lealtad del diputado hacia el estado, a la constitución, al distrito, a los ciudadanos y a su propia conciencia fue sustituida por la lealtad hacia el partido. Esta lealtad se convertía en una cuestión de supervivencia en virtud de un mandato imperativo del partido que si no estaba explicitado de iure, actuaba siempre de facto. El diputado resultaba ser un títere de la dirección. Podía desobedecer, pero la consecuencia era el ostracismo político en la siguiente legislatura. Cuando no había mayoría absoluta, y esto ocurre tarde o temprano en un parlamento de partidos con un sistema electoral proporcional de listas, las coaliciones entre partidos hacían imposible llevar a cabo una política independiente. Resultaban entonces gobiernos demasiado débiles para gobernar, pero lo bastantes fuertes para impedir que otros lo hicieran. En la república de Weimar  la vida pública y el estado mismo desembocaron en un sistema de pactos y compromisos, “pacta sunt servanda”, semejante al del estado estamental de la Edad Media. Lo que prevalecía era el pacto entre los partidos, casi siempre por intereses espurios ajenos al bien común (hoy lo llamamos consenso), y la constitución resultaba tan elástica como un chicle y tan interpretable como un oráculo.
En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales alemanas de marzo de 1932 Hitler queda en segunda posición con un 36,8%. Cifra incapaz de darle la presidencia de modo automático. En las elecciones parlamentarias del 6 de noviembre de 1932 el partido nazi consigue un 33% de los votos. Muy lejos de una mayoría absoluta. No obstante, pactos, consensos e intrigas varias posibilitaron finalmente que en enero de 1933 Hitler se hiciese con el poder en Alemania. Lo demás es de sobra conocido.
En febrero de 1933 el insigne jurista Carl Schmitt era crítico con la republica pero también lo era con los nazis. Su planteamiento conservador pasaba por reforzar la autoridad del presidente Hindenburg y debilitar así el parlamento de partidos que era el origen de todos los males. Schmitt reflexiona sobre la situación en un breve escrito titulado “Evolución del estado total en Alemania” (weiterentwicklung des totalen Staats in Deutschland). La crítica que Schmitt hace es aguda y detallada, aunque las soluciones propuestas en sus escritos posteriores no pasaban desde luego por un retorno al parlamentarismo liberal. Nos viene a decir en la obra citada que la delicada situación política alemana fue posible gracias al parlamento de partidos, dependientes del estado, y que las cosas hubieran sido diferentes con los partidos de opinión al viejo estilo liberal, dependientes fundamentalmente de la sociedad civil. En Alemania los partidos, sobre todo el comunista y el nazi, proporcionaban a sus seguidores la correcta concepción del mundo en todos los aspectos posibles. La voluntad del pueblo transcurrió entonces por tantos canales como partidos, sin posible convergencia, pues no hay modo de entenderse cuando cada uno es una totalidad perfecta y cerrada en sí misma. Consecuentemente, la unidad del estado se convirtió en una entelequia. “En esta situación todas las instituciones constitucionales decaen y se desnaturalizan, todas las atribuciones legales e incluso todas las interpretaciones y argumentos se instrumentalizan y devienen medios tácticos de la lucha de un partido contra otros y de todos los partidos contra el Gobierno” 
En fin, la Historia suele repetirse aunque nunca lo hace exactamente igual. El advenimiento del nazismo acabó con la República de Weimar. Por mi parte tan solo espero que la caída del régimen de 1978 nos traiga por fin un parlamentarismo verdaderamente representativo donde la lealtad de los diputados a los ciudadanos, a la unidad de la nación y a la futura constitución que está por venir, sustituya a la disolvente lealtad partidaria de los tiempos que nos han tocado. No es algo utópico: Reino Unido o Francia lo tienen. ¿Por qué no nosotros? Creo que en este caso no hay termino medio: o nos viene esto o lo otro. ¿Hace falta que sea más explícito?