Publicado por primera vez en la revista Letraviva.
Existen al menos dos concepciones distintas del tiempo, las dos reconocibles por todos si observamos la Naturaleza con cierta dedicación. La sucesión del día y la noche o las estaciones del año nos muestra un tiempo cíclico sin principio ni fin, pero los seres naturales, incluidos nosotros mismos, experimentamos también cierta irreversibilidad del tiempo. Todos los años, en invierno, celebro la Navidad y, en primavera, me alegro al contemplar el brotar de las flores, pero cada año soy un poco más viejo, irremediablemente. En un momento del tiempo nacemos, transcurrido un tiempo el niño que fuimos se convierte en adolescente y, finalmente, la vejez y la muerte. Nada hay de cíclico en este proceso. Aquí el tiempo se nos revela con una trágica e imparable linealidad.