Si quieres ver la segunda parte, cliquea aquí.
LA ÉTICA DE KANT
1.EL HECHO DE LA
MORALIDAD
En
la crítica de la razón pura especulativa Kant parte de un hecho incuestionable:
la ciencia de Newton. Es un hecho que sabemos a priori y de manera absoluta
cosas de los objetos. Es un hecho que cada vez sabemos más cosas de los
objetos. Estas eran las dos características que a Kant le parecían
indiscutibles en la ciencia, es decir, la ciencia es sintética y a priori.
Luego se preguntaba cómo era esto posible: saber con independencia de la
experiencia, a priori, algo sobre los objetos. Esto era posible porque el
hombre, la razón pura del hombre, manipula de alguna manera lo que conoce.
Imprime una forma a los objetos y esta forma luego dice que es del objeto, pero
lo cierto es que el sujeto la ha imprimido antes en el objeto. Es decir, que
conocemos a priori lo que antes hemos puesto en el objeto. Lo que la razón pura
ha puesto antes en los objetos (espacio, tiempo y categorías).
En
la crítica de la razón pura práctica Kant parte de otro hecho: la conciencia
moral del hombre. ¿En qué consiste este hecho? Primeramente consiste en que
todos los hombres estamos capacitados para juzgar las acciones humanas como
buenas (convenientes, correctas) o malas (inconvenientes, incorrectas). Además
podemos emitir estos juicios sin necesidad de ir a la experiencia. No es
necesario que yo vea a Juan robar para poder juzgar que esta acción es mala. El
hecho moral tiene pues un factor a priori, como la ciencia. Los juicios morales
son, además, universales y necesarios. Asesinar no es bueno para unos y malo
para otros. Es malo universalmente para todos y en todo tiempo. No podemos
tampoco concebir una situación en que sea bueno asesinar, es pues
necesariamente malo. Es evidente que para Kant la moral no es relativa sino
absoluta.
2.LA LEY MORAL UNIVERSAL
Igualmente
que hizo Kant en la física se pregunta ahora: “¿cómo es posible el hecho
moral?”. El hecho moral consiste, como vimos, en la emisión de juicios de valor
universales, necesarios y por tanto absolutos y a priori. Ahora bien, si la
moralidad tiene un factor a priori (y por tanto universal, necesario y de
validez absoluta), tiene que ser porque la razón, en este caso en su función
práctica, interviene en la construcción de estos juicios. La matemática o la
física es universal, necesaria y con validez universal, porque tiene un factor
a priori donde la razón interviene de manera activa con el espacio, el tiempo y
las categorías.
Ahora
bien, lo único que puede aportar la razón son formas vacías de contenido. La
razón en su uso práctico aporta una forma a priori de la moralidad que viene a
explicar el hecho moral tal como lo entiende Kant. Esta forma a priori de la
moralidad se denomina ley moral universal o imperativo categórico, y se enuncia
de varias formas: “Obra de tal modo que la máxima que rige tu conducta sea
deseable aplicarla como ley universal a toda la humanidad” o bien, “considera
siempre a un ser humano como un fin y nunca como un medio”.
Esta
ley universal que pone la razón no nos dice qué hacer; pero nos da la pista
para saber qué hacer en cualquier situación. Ante una circunstancia en que nos
planteemos robar a otra persona, por ejemplo, la razón no nos dice “no robes”.
No nos lo dice al menos directamente. Nos dice solamente que actuemos de modo
que la máxima de nuestro comportamiento, en este caso robar, sea deseable que
la siguiese todo el mundo. Es decir, nos propone un experimento mental. Veamos
que resulta de este experimento mental. ¿Puedo yo desear que toda la humanidad
actúe conforme a esta máxima: robar, siendo mi familia, mis amigos e incluso yo
mismo objeto de robo? ¿Sería, en definitiva, mejor un mundo donde todo el mundo
robase o fuese lícito robar? No, no puedo desear esto, luego deduzco que no se
debe robar. De igual modo deducimos que no se debe asesinar, mentir, etc. Es
por esto por lo que todos coincidimos en considerar que robar, asesinar o
mentir es malo, porque se basa en una ley universal que proviene de la razón en
su aspecto práctico y está, como el espacio, el tiempo y las categorías,
presente en todo ser humano. Tanto la ley universal como los mandatos que se
derivan de ella son denominados por Kant como imperativos categóricos.
3.ACCIÓN MORAL E INMORAL
La
acción moralmente correcta
Imaginemos
un tendero que tiene la posibilidad de engañar a un niño que le demanda un
caramelo. Si el tendero, aun pudiendo, no engaña al niño indefenso,
consideraremos que su acción es virtuosa. En este caso el tendero ha realizado
su acción por respeto a la ley universal y obedeciendo el imperativo categórico
de no robar incondicionalmente. Toda acción que se realiza por deber,
obedeciendo al imperativo categórico, es una acción moralmente correcta desde
el punto de vista de Kant.
La acción inmoral contra la ley
Si
el tendero en cuestión roba efectivamente al niño actuando en contra de un
imperativo categórico que le indica no robar, la acción es claramente inmoral o
moralmente incorrecta. Toda acción regida por un imperativo hipotético y
en contra del deber es una acción inmoral.
La acción inmoral
conforme a la ley
Imaginemos
otro tendero que tiene la posibilidad de engañar a un niño indefenso que le
reclama un caramelo. En la tienda y contemplando la escena se encuentra una
señora que espera su turno. El tendero no engaña al niño (no le cobra de más),
pero lo que guía su acción es la posibilidad de que la señora que ve la escena
pueda comprobar que su acción es honrada y él una persona honesta. Si engañase
al niño y la señora lo viese y lo contase a todos los futuros clientes su negocio
iría a la ruina. El tendero ha hecho algo inmoral y su acción no tiene mérito
alguno. Digamos que su acción es conforme a la ley moral, sin contradecir la
ley, pero no por la ley. Su acción se ha guiado por un imperativo hipotético:
“si quieres que tu negocio marche bien, no robes al niño”. Toda acción que se
rige por un imperativo hipotético, pero conforme a la ley moral, como en este
caso, es también una acción inmoral.
4. AUTONOMÍA Y FORMALISMO
Antes
de Kant todas las teorías éticas eran materiales. Toda ética material propone
unos contenidos: un fin de nuestras acciones y unas normas para alcanzarlo; se
rige, además, por imperativos hipotéticos y el hombre aparece como esclavo y
determinado por inclinaciones y factores externos constituyendo una moral
heterónoma.
Consideremos
un ejemplo de moral material: la moral hedonista de Epicuro. Propone Epicuro un
contenido concreto: el fin del hombre es el placer y si queremos alcanzarlo
debemos seguir ciertas normas; comer con mesura, por ejemplo. Es evidente que
la ética de Epicuro se rige por imperativos hipotéticos: “si quieres el placer,
come con moderación”. Además, la ética de Epicuro considera al hombre esclavo
de cosas externas y de su propia inclinación
o deseo, en este caso el placer. Es una moral heterónoma. El hombre no se da a
si mismo la ley por la cual se rige.
La
ética de Kant es formal, no propone contenidos, ni fines a seguir ni normas
para conseguirlo, sólo propone una forma vacía: la ley universal de toda
moralidad. La acción moral se realiza incondicionalmente, por respeto a la ley
moral, siguiendo el mandato de un imperativo categórico: “no robes o no
asesines. No porque quieras ser feliz o no ir a la cárcel, sino porque no debes
hacerlo, sin más”. La moral kantiana es además autónoma. El hombre se da a sí
mismo la ley y no se somete a factores externos a su voluntad como el deseo, el
instinto u otra inclinación ajena a la razón. El hombre es pues verdaderamente
libre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario