martes, junio 15, 2010
EDUCACIÓN, ENSEÑANZA Y NUEVAS TECNOLOGÍAS II
Hace aproximadamente un año vi la película francesa “La clase” del director Laurent Cantet. La película tiene un tono documental y muestra crudamente, y sin ninguna moralina, los intentos de un joven profesor de Lengua por enseñar algo a sus alumnos en un instituto de la periferia de Paris. El curso que retrata vendría a coincidir en nivel con un 3º o 4º de ESO. El argumento es nulo, y se limita a retratar sucesivas situaciones bastante comunes en un instituto de secundaria. La mayoría de amigos no docentes que vieron la película se mostraron escandalizados por el nivel de instrucción y el comportamiento que muestran los alumnos. Para la mayoría de amigos docentes que vieron la película y para mí mismo la sensación fue de tedio. Todos hemos tenido clases mejores y también peores. Lo que veíamos nos resultaba demasiado familiar. Recomiendo pues a los lectores no docentes vivamente la película, aunque solo sea para cobrar conciencia de la realidad de la enseñanza en las aulas actuales.
Los comentarios que a propósito de la película hizo la entonces Ministra de Educación Doña Mercedes Cabrera en el programa de Televisión Española “Días de cine”, fueron los siguientes:
“Yo creo que es una gran lección especialmente gratificante para todos aquellos que tienen verdadera fe en la Educación... Esto, claro, es una manera de entender la Educación que puede chocar con otras maneras de entenderlo, porque se trata, pues de eso, de aprovechar al máximo las potencialidades de los alumnos, pero introduciendo, evidentemente, bueno, pues metodologías heterodoxas para una concepción más clásica de la Educación (sic)”
Si no han visto la película, véanla, y luego lean de nuevo las profundas reflexiones de nuestra querida ministra. En fin. Sin comentarios.
Lo que diré a continuación es solo conjetura basada en años de docencia. La memoria inmediata de nuestros alumnos suele ser muy limitada. Son innumerables las veces que he dictado una frase muy corta después de una extensa explicación y sin acabar casi de decir la última palabra me piden que la repita. O bien me repiten una palabra anterior de modo equivocado para que les continúe dictando. Por ejemplo, si les dicto la frase siguiente, muy pausadamente: ”Para Aristóteles el término medio moral es virtud”. Es común que un alumno pueda replicar: “Profe, ¿para Aristóteles el término recio moral es...?”. ¡Es la palabra “medio” tan extraña y difícil de retener! ¡Se trata de un anglicismo ajeno a nuestra fonética! ¡Es acaso un término esdrújulo y poco común que les resulta imposible de mantener en su memoria inmediatamente después de haberla oído integrada en una frase simple! En otras ocasiones me reclaman porque tienen una duda. Me acerco. Me preguntan. Y cuando empiezo a explicarles a treinta centímetros de su cara, vuelven la cabeza para mirar a su compañero o mirar a través de la ventana los pájaros que revolotean. O levantan la mano para preguntar, y cuando término de hablar, después de tres o cuatro segundos, les invito a participar y ya no se acuerdan de lo que iban a decir. Por no hablar de anécdotas que rozan lo humorístico. “Profe, te has confundido. El Telón de Acero no es el Telón de Acero. Es el Telón de Aquiles”(lo cual nos lleva a deducir que Aquiles tenía un talón de acero, claro). O Sartre representaba en sus escritos “la angustia asistencial” (cuando todos sabemos a estas alturas que la angustia asistencial es precisamente lo que padecemos algunos profesores). O los sofistas eran lujuriosos, porque vestían con ropa lujosa.
Y qué comentar de la inercia reactiva de sus comportamientos. Si Pablito les mira mal, se levantan y empujan a Pablito, o le insultan en voz alta. Igual que si estuvieran en el parque de enfrente. En relación con la percepción de su propio yo, son autoreferenciales. Si no han escuchado algo o no está en sus apuntes, no se cuestionan que quizá no lo han oído o no lo han copiado, sencillamente aquello que no escucharon no existe. Nunca se dijo. En la primera etapa de desarrollo cognitivo nos dice Piaget que durante el primer mes de vida, en relación con la percepción visual, el niño no ha desarrollado aún el sentido de permanencia del objeto. Una pelota que se oculta tras una pared, sencillamente se ha evaporado. Ha dejado de existir. En fin, llama la atención que alumnos de ESO se comporten igual en relación con las palabras o los conceptos. Si no han venido el día del examen, aparecen muy ufanos al día siguiente (o a la semana siguiente) diciendo que cuándo les haces el examen, o directamente señalando ellos su día preferido. No se les ocurre pensar que primero tienen que justificar la falta, y solo después, si el profesor lo cree oportuno, les hará un examen el día que el profesor crea conveniente. No obstante, muestran una rara asertividad afectada, pues su propuesta suele ser indiscutible. Y si se discute, se enfadan muchísimo. O bien lloran o bien aumentan la rebeldía en su comportamiento (¿tal vez porque tales procedimientos son los que conocen, y los que les suelen dar resultado?). Por consiguiente, su nivel de tolerancia de la frustración es nulo o bajo cero.
Quizá la devaluación de la letra impresa y el auge de la televisión y la red (hoy elementos socializadores y educadores de primer orden) tengan algo que ver con cierto deterioro de algunas capacidades cognitivas como la memoria o la atención. Quizá tengan que ver con que su inercia a la dispersión sea mayor que antaño. La falta de principios familiares y de una clara figura de autoridad (ya nadie quiere ser el malo de la película y los padres juegan a ser amigos de sus hijos, y no padres) quizá fomenten en el alumno cierta falta de referentes morales que se suele traducir a veces en una conducta un tanto desestructurada. No lo sé, y no lo podría asegurar. Pero sí sé que en la mayoría de las familias la satisfacción del deseo es el premio, el señuelo, lo que recibe el niño un día sí y otro también. Si apruebas te regalo la consola, y si no apruebas, también. Todo antes que ver al niño enfadado o triste, pues sus enfados y tristezas son vividos como reproches por unos padres inseguros que siempre tienen la sensación de no haber hecho algo bien. El cariño mal entendido, la mala conciencia y una mejor situación económica (junto con una eficaz y agresiva publicidad) hacen que el deseo y su inmediata satisfacción sean las monedas de cambio de los padres a la hora de negociar los parámetros educativos con sus hijos. Pero no nos engañemos. En la Sociedad en su conjunto y también en los centros de enseñanza, el esquema no es muy diferente. La fuerza de voluntad o la contención reflexiva no están de moda. Así es nuestra sociedad y así son mucho de los niños hoy. Pero esto es una constatación, no una justificación. La frase tantas veces expresada por padres e incluso profesores: “están en la edad” o “ahora no es como antes que todo era muy carca”, que se dice como justificación condescendiente, es ya el principio de la derrota. De ahí a que los centros de enseñanza se trasformen en centros de ocio obligatorio solo hay un paso. El colmo es que para calmar ciertas malas conciencias nos empeñemos en ver la derrota como una victoria, algo moderno, güay y progresista: los niños de hoy son así, así se comportan con sus amigos en la calle, así se comportan en sus casa, ergo así se deben comportar en el colegio. En el ámbito psicopedagógico muy a menudo el diagnóstico es tomado como terapia. El niño que se levanta sin permiso, que habla continuamente, que irrita una y otra vez a sus compañeros es una molesta incógnita. Cuando el psicólogo le diagnostica como hiperactivo, la incómoda incógnita se despeja para tranquilidad de todos. Pero sigue comportándose igual. Quizá con mayor impunidad. “Profe, es que soy hiperactivo”. En cuestiones académicas, tres cuarto de lo mismo: ya no leen libros, juegan a la consola, chatean con sus amigos o se enganchan a la televisión. Es otra forma de cultura y de aprendizaje. Así sea en los centros de enseñanza. Un ordenador y una televisión para cada uno (poco falta para que se cambie el alfabeto tradicional por el nuevo, creativo y eficaz “alfavto” que se utiliza para “Komnicarse” por eseemeeses). Todo por el progreso y la modernidad.
Y sin embargo, un centro de enseñanza, que tendría que ser de lo poco que aun deberíamos considerar todos como sagrado, debe ser lo otro. No lo mismo. Tanto en relación con las capacidades cognitivas básicas que se deben desarrollar (fundamentalmente el lenguaje) como con el comportamiento que se debe tolerar (algo que tiene que ver con la voluntad). La enseñanza, aun asumiendo el riesgo de asemejarse a un quijote luchando contra molinos, no puede renunciar a esta batalla, porque entonces está muerta. Y con ella, la Civilización.
Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
Publicado por
Jesús Palomar
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario