A menudo me he preguntado cómo es posible que verdugos de personas inocentes puedan culpar a las victimas. Los nazis y sus simpatizantes solían considerar que los judíos se merecían el castigo. Y la mayoría de los habitantes de muchos pequeños pueblos vascos ensalzan a los criminales etarras como héroes.
La tendencia a culpar a la víctima aparece como una forma de autoprotección psicológica, y está basada en la creencia en un mundo justo donde cada cual recibe lo que merece: bueno o malo. De esta forma pueden pensar que a ellos, que son buenas personas, no les pasará nada realmente malo. Si, por el contrario, el mundo que nos rodea es considerado un lugar injusto, a cualquier persona puede sucederle algo terrible haga lo que haga, con escasas probabilidades de control. De ahí que haya tanta gente que, erróneamente, quiere creer en ese hipotético mundo donde cada cual obtiene siempre lo que merece.
Y si resulta que nosotros somos personas buenas y decentes. Y el mundo donde vivimos es justo; y hemos asesinado a una persona o hemos aplaudido el hecho, algo marcha mal. Hay una gran disonancia cognitiva que nos crea mucha tensión y ansiedad. Entonces resolvemos la tensión convenciéndonos de que la víctima se lo merecía. El tema de la disonancia cognitiva y la racionalización ya ha sido tratado en este blog.
¿Cómo surgió este concepto tan interesante de la Psicología social?
De tanto en tanto, alguna secta pronostica el fin del mundo en alguna fecha concreta. Éste fue el caso de una secta sueca que en los años 50 pronosticó que el fin del mundo llegaría en Navidad. El investigador Leon Festinger se interesó por saber qué pasaría con las creencias de esta secta cuando, al llegar Navidad, no pasara nada y tuvieran que admitir que su creencia era falsa y estaban equivocados. Al día siguiente de Navidad, la explicación que recibió fue "Es verdad que el mundo iba a desaparecer, pero como nosotros hemos visto y aceptado esta verdad, hemos creído firmemente en ella. Por ello, nuestra fe ha evitado que el fin del mundo aconteciera". Lo que está claro es que al día siguiente de Navidad, los miembros de esta secta sabían dos cosas: primero, que habían creído en el fin del mundo; y segundo, que no había ocurrido. Por lo tanto, tenían dos pensamientos, es decir, dos cogniciones, que se contradecían entre sí. A raíz de la explicación que Festinger le dio a este suceso, surgió la teoría de la disonancia cognitiva.
Más información sobre disonancia cognitiva aquí.
2 comentarios:
El análisis centrado en la persona tiende a atribuir la causalidad de los hechos a los individuos y sus características, lo que en el fondo es consecuencia de su ideología liberal-burguesa. Los problemas sociales se convierten así en problemas de personas, y los problemas políticos en problemas de caracteres o personalidades. Se incurre en el personalismo a todos los niveles, tanto para el éxito como, sobre todo, para el fracaso. El problema es la "vagancia" de los campesinos, las tendencias paranoicas de los políticos o el carácter sociópata de los terroristas, y no los conflictos estructurales de fondo. De este modo, las soluciones sociales y políticas recomendadas por este tipo de análisis tienden siempre a asumir como intocable el sistema social establecido y a estimular a los individuos a plegarse a sus exigencias.
http://lafuriadepsicalipsis.blogspot.com.es/2012/03/culpar-la-victima.html
Saludos :-)
Gracias por participar, Luis; y un saludo cordial desde El Palomar.
Tu reflexión es interesante. Pero excesivamente ideológica. De acuerdo que los hechos de las personas tienen múltiples influencias, y que algunas de estas influencias en absoluto despreciables son de carácter social, económico y político. No obstante, si eliminas el factor individual (todos somos inocentes, santos rousseaunianos corrompidos por la cultura), eliminas también la responsabilidad individual. Caes entonces en un determinismo social donde la dignidad humana y la libertad sencillamente no existen. Nuestras acciones no tienen entonces ningún mérito o desmérito. Mi opinión es que los factores sociales, económicos y políticos deberían de ser tomados en cuento en todo juicio moral sobre una persona, pero deberían de tener el carácter de atenuantes, agravantes o, excepcionalmente, eximentes. Nos influyen, pero no nos determinan. Mira las dos caras de la moneda: El niño maltratado y pobre no está determinado a ser un ladrón, pero el nazi Eichmann no esta determinado a ser un asesino genocida. Si libras de toda responsabilidad al niño también deberías librar a Eichmann. ¿Estás dispuesto?
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