Filólogos son los que enseñan la lengua de Homero. Y, sin
embargo, filólogos son también los enamorados de las palabras. Y es cosa sabida
que amar las palabras es la básica condición para pensar correctamente o
escribir un hermoso poema de amor.
Pero sin la lengua griega, el filósofo y el poeta que todos
llevamos dentro tendrían la embarazosa tarea de inventar otra palabra más
precisa que ‘idea’ con la que pensar ideas. Y otra más bella para decir
poema.
Sin nociones de griego, aunque seas Nobel de Física,
ignorarás que dividir un átomo es imposible. Siendo un carismático
parlamentario o un meticuloso gramático, desconocerás que cuando dices
monarquía, utopía, democracia, metáfora o alegoría estás hablando en griego sin
saberlo. Podrás ser un respetado biólogo que almacena en su memoria el nombre
de todos los animales, pero te costará entender que un cefalópodo tiene el
cerebro en los pies. Si tu vocación es la cirugía, deberás buscar en el
diccionario qué es una histerectomía. Y aun siendo medallista olímpico, no
sospecharás que un gimnasta vestido es una contradicción o que la verdad
desnuda es una redundancia.
Si no estudias griego te será imposible adivinar que el
cosmos lo es porque es bello y ordenado, que la cosmética pretende que el rostro
femenino sea tan bello y ordenado como el cosmos; y que la Vía Láctea es tan
solo el chorro de leche que emana del pecho de una hermosa diosa.
Si desconoces la literatura griega podrás ser un experto
informático capaz de eliminar los troyanos de todos los ordenadores, pero poco
podrás decir de Héctor, el troyano más excelso, ni de la guerra más
extraordinaria de la historia. Siendo el psicólogo más reputado del mundo, no
acabarás de comprender por qué todos los niños tienen complejo de Edipo. Quizá
seas el esteta de moda y te atrevas a disertar sobre La fragua de Vulcano del genial Velázquez. Pero ignorarás
que Vulcano era en realidad Hefesto, que estaba cojo, que se enamoró de la más
bella divinidad; y que el desprecio de Afrodita le hizo el más desdichado del
Olimpo.
El protagonista de la película es un héroe. Sí, pero sin
griego jamás sospecharás que además está emparentado con los dioses. Aunque
algunos actores de cine son cínicos, no sabrás que todos los cínicos admiran a
los perros. Amante de la música urbana, te será fácil constatar que rapero y
rapsoda empiezan con 'rap', pero te será más complicado apreciar que tanto los
modernos raperos como los antiguos rapsodas helenos son expertos en coser
canciones. Y si alguien te llama peripatético, provocando así tu enfado; será
porque ignoras que te está comparando con uno de los más grandes filósofos al
que le encantaba pasear. Y que es verdaderamente patético enfadarse por ello.
Es probable que sepas que Iker Casillas es un estupendo
cancerbero, pero sin griego nunca sospecharás que, aun sin pretenderlo, le
estás equiparando con un perro de tres cabezas. Sabrás que las pitonisas son
brujas, sin embargo nunca adivinarás que su sabiduría viene de la tierra y que
son amigas de la serpiente Pitón. Disfrutarás con los simpáticos delfines, pero
desconocerás que se llaman así porque tienen ombligo. Habrás oído hablar de
Penélope, popular actriz y hermosa canción de Serrat, pero nada sabrás de esa
otra Penélope que tejía y destejía su telar esperando a su amado Odiseo.
En una biblioteca se almacenan libros, pero si desconoces el
griego quizá ignores que, por la misma razón, el mueble donde guardas tus
discos preferidos es una discoteca, aunque no tenga barra de bar ni luces
destellantes. Tal vez intuyas que el alfa y el omega son el principio y el fin.
Pero no sabrás por qué. Y ni siquiera barruntarás que omega es tan solo una 'o'
muy grande.
Sin los mitos griego, el talón de Aquiles, la manzana de la
discordia o la caja de Pandora solo serán frases hechas. Pero lo ignorarás todo
sobre la cólera del guerrero en la batalla, el belicoso hermano de Eris o las
muchísimas cosas que salieron del enigmático cofre antes de quedar atrapada en
él la esperanza.
A lo mejor un día, tras un silbante flechazo, te enamoraste
platónicamente de tu atractiva vecina. Y, poseído por las musas, pasaste la
tarde escribiendo versos. Pero si no sabes nada de la antigua Grecia,
desconocerás por qué tu amor es verdaderamente platónico, quiénes son las musas
y quién te lanzó la amorosa flecha.
Y sin griego, en fin, nunca sospecharás que, aun sin haber
estudiado ninguna lengua en la universidad, al leer con devoción tu amoroso
poema te habrás convertido en el más digno de los filólogos.
Y que,
precisamente por eso, mereces saber griego.
Publicado en el diario INFORMACION de Alicante el 4 del 12 del 2012
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