El ministro Wert planea la supresión de la Ética y la reducción de clases de Filosofía en la Enseñanza Secundaria. Soy profesor de Filosofía y hace algunos días que compruebo que muchos de mis colegas no paran de lamentarse. Pero no se preocupe, señor ministro. No, no le voy a dar más el tostón. Todo lo contrario. Es que no llego a entender a qué viene tanto pesimismo. He pensado un poco. Y he llegado a reveladoras conclusiones que demuestran lo injustificado de estos llantos.
Prescindir de la Filosofía en Secundaria es cosa buena. Al fin y al cabo todos sabemos que la Filosofía no sirve para nada. Lo había escuchado muchas veces sin querer admitirlo, pero estaba equivocado. Esta misma mañana lo he constatado empíricamente. Se me averió el coche. Puse la Crítica de la Razón Pura con sobrada fe racional encima del capó, y nada. Seguía averiado, o peor. Al contacto del libro con la chapa, se cayó el retrovisor. No es útil la Filosofía, desde luego que no.
Pero como soy un impenitente pecador he seguido pensando, a mi pesar. Y he llegado a la conclusión de que Arte, Literatura, Lengua y otras disciplinas de la misma calaña tampoco sirven. El coche no arrancaba con El Quijote ni con una reproducción muy presentable de Las Meninas. La Lengua es la peor. Esta manía de multiplicar significantes y crear significados utilizando el lacaniano procedimiento de la metáfora y la metonimia es un intolerable derroche. Con onomatopeyas nos iría de maravilla. ¿Y los conceptos abstractos?, un horror. Inútiles, desde luego. Y además nocivos. ¡Cuánto sufrimiento aportan al alma! El lenguaje es la semilla de nuestros dolores más profundos. Recuperemos la salud del perro, mejorando a Diógenes. Si un perro no puede estar loco es porque sabiamente decide no utilizar palabras. Le basta con mover la cola para decir que está contento o enseñar los dientes para decirnos que si te acercas te muerdo. Quedémonos ahí. Ese lenguaje sí es útil. Y sirve, ya lo creo. Mamá agua, mamá frío, papá quiero un móvil. Y pare usted de contar. ¿Y la ortografía? Pos eso. Ke +dá, = mese hentiende. No hablaré mucho del griego y el latín. Demostrar su inutilidad, huelga. ¿A qué retorcido espíritu se le puede ocurrir estudiar y pretender enseñar una lengua muerta? Por Dios, si ya es mala la viva, la muerta ni le cuento. Pero en el pecado llevan la penitencia, señor ministro. Estos expertos de la muerte que malician los espíritus de nuestros chicos con enrevesadas declinaciones y extraños vocablos hace tiempo que pululan macilentos por los institutos como sombras por el Hades. Ellos insisten en que el ministerio debería ocupase de lo menor y el magisterio de lo mayor ¡Incorregibles filólogos ¡, siempre indagando en las palabras con la mala intención de criticar a los políticos. Pero usted, loable ministro, sabe que es justamente lo contrario. Tranquilo, pues. Ya casi ningún alumno estudia griego ni latín. De modo que si lo eliminamos del todo, que es lo que parece que va usted a hacer, solo acortaremos compasivamente su agonía.
Tras estas revelaciones creí que todo estaba claro. Pero no. Mi pensamiento se embaló. Sin mi permiso, claro. Y seguí pensando. Pasmao quedé. Pues descubrí que las otras, esas otras asignaturas que todos creíamos útiles, tampoco sirven para nada. Si se trata de formar buenos y felices ciudadanos, entonces, a ver, ¿para qué le sirve a un buen ciudadano saber integrales? Con las cuatro reglas bien aprendidas para sumar lo que hay que pagar a Hacienda, le sobra. ¿Y la Química? ¿Para qué puñetas sirve saber que el agua es H2O? En un desierto querría verle con este imprescindible conocimiento. Lo que se necesita saber es que el agua calma la sed. Hasta ahí debería llegar la clase de Química. Lo demás es ganas de enredar.
En fin, por mor de una enseñanza de verdadera calidad lo más apropiado sería prescindir de la enseñanza misma. Porque, en definitiva, ¿para qué sirve todo esto, señor ministro?
2 comentarios:
Pa' na' sirve, endeluego que no, to' ehto no me se ocurre pa' qué pué servir.
Pero veamos ¿que es "todo esto"? "Filosofía ... y otras disciplinas de la misma calaña". Entiendo que las que en la guerra entre "las dos culturas" se han venido a llamar "letras" o "humanidades" (los más espabilados nos pretendemos librar de la quema con la bonita etiqueta de "ciencias sociales"). Empezaré por decir que comparto la pretensión de inutilidad que atribuyes (que atribuyes a Wert) a este grupo de disciplinas. Ya sabemos que pretende "españolizar a los alumnos catalanes". Para ello supongo que habrá pensado en usar como herramientas un par de asignaturas que fácilmente imaginarás. También sabes que yo opino que en esa pretensión se olvida una constante de todos los sistemas educativos que en el mundo han sido: muy a menudo consiguen lo contrario de lo que pretenden. Cambiar la escuela para cambiar la sociedad es poner el caballo delante de los carros. No es cierto que la escuela sea "una palanca para el cambio social". Más bien es al revés: cambia la sociedad y verás cómo cambia la escuela. La escuela que tenemos es un magnífico reflejo de nuestra sociedad. A los profesores nos recortarán como Aquiles recorta su distancia con la tortuga; pero eso poco afectará al futuro de la filosofía, la historia, o en general, del conocimiento. Confío en que nuestro trabajo haya valido algo para la transmisión de valores no demasiado perjudiciales, de "competencias" no demasiado inútiles o de información no demasiado falsa y desactualizada. En la medida en que confío parcialmente en ello, temo que la obstaculización de nuestro trabajo perjudique en la misma medida. Pero no somos imprescindibles para la educación, y tampoco la educación es imprescindible para la ciencia. Cito un artículo de hoy mismo: "Sea cual sea el precio que los filósofos hayan de pagar por tener las manos vacías en su batalla contra tiranías irreflexivas y dominaciones hegemónicas, podemos esperar la victoria de un pensamiento democrático incluyente".
http://elpais.com/elpais/2012/12/17/opinion/1355762736_732197.html
Así que ¡hala, filósofos, a pagar!
Mira que me gusta el debate. Pero he de confesar que estoy bastante de acuerdo con lo que dices. Mi escrito es solo la constatación de un hecho (un hecho que no me gusta), que es el primer paso para intentar cambiar el hecho. El hecho es que la enseñanza es el reflejo de la sociedad. Y que en esta sociedad es casi un milagro que siga impartiéndose filosofía, griego o historia del arte. Toda la enseñanza es completamente prescindible. Y también los profesores que las impartimos. Bastaría con que los institutos fuesen explícitamente lugares de socialización donde nuestros jóvenes jugaran a las cartas o hicieran crucigramas (implícitamente casi lo son ya) asesorados por una hueste de asistentes sociales que repitiesen a cada paso sus tres o cuatro lemas buenistas a los chicos. Se produciría entonces el acople definitivo entre “enseñanza” y sociedad. Y nada cambiaría esencialmente. No obstante, y enlazando con el artículo que me regalas, la filosofía (también ciencias y humanidades) simbolizan el pensamiento crítico y la apuesta por una mayor libertad. Preguntarse para qué sirve la enseñanza es preguntarse para qué sirve la libertad. Hoy no hay enseñanza (instrucción y pensamiento crítico) y solo hay educación (socialización básica). Sobra pues casi todo. La verdadera batalla está fuera de la escuela. Claro que sí. Pero los que estamos en la escuela debemos, al menos, dar testimonio.
Feliz año nuevo, chavalote.
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