A menudo los profesores hablamos sobre educación y enseñanza (en fin, sé que esto puede parecer increíble, pero así es). Mi amigo y colega Santiago Blanco (profesor de griego y latín, además de políglota y erudito) me pasó un texto de Jenofonte donde late su preocupación por la formación de los jóvenes. Como siempre los griegos son los más modernos, y descubrimos que sus preocupaciones no son muy diferentes de las nuestras. Lo expongo a continuación para gozo de los presentes. ¡Que lo disfrutéis!
Por tanto no habrá nadie que no se aparte de esos males y no desee vivamente lo que yo recomiendo, pues una buena educación enseña a cumplir las leyes y a hablar y oír lo justo. En resumen, los que se presten a trabajar constantemente y a ser enseñados tienen como tareas propias lecciones y ejercicios, más la salvación para sus propias ciudades; mientras que los que no quieren ser instruidos a causa del esfuerzo, y se entretienen en placeres inoportunos, ésos son por naturaleza los peores, pues no obedecen a leyes ni a buenas palabras, porque, por no esforzarse, no descubren cómo debe ser el hombre de bien; de modo que no pueden ser ni piadosos ni sabios y, basándose en su falta de educación, censuran constantemente a las personas educadas. En fin, gracias a éstos nada podrá marchar bien; en cambio, gracias a los mejores se hallan todas las ventajas para el hombre. En resumen, los mejores son los que quieren esforzarse.
Además, eso se ha demostrado con un gran ejemplo: los más antiguos que he mencionado que estuvieron con Quirón, siendo jóvenes comenzaron por la caza a aprender muchas nobles lecciones. De esto les vino una gran virtud y, gracias a ella, aún ahora son admirados; virtud que es bien claro que todos desean vivamente, pero que, como hay que lograrla con esfuerzo, la mayoría la abandonan. En efecto, su adquisición no se ve y, en cambio, los esfuerzos que entraña son patentes. Si fuese visible su cuerpo, probablemente los hombres descuidarían menos la virtud, sabiendo que como aquélla es evidente para ellos, igualmente ellos son vistos por ella. Realmente, cuando es visto por su amada, todo hombre se vuelve mejor y no dice ni hace ninguna grosería ni incorrección por temor de que lo vea. Mas como piensan que no son examinados por la virtud, cometen delante de ella muchos actos incorrectos y groseros, ya que ellos no la ven; sin embargo, en todas partes está presente, porque es inmortal, y premia, además, a los que son buenos con ella y menosprecia a los malos. En resumen, si supieran que los contempla, se lanzarían al esfuerzo y enseñanzas, con las que es apresada con dificultad, y la podrían adquirir.
Me sorprende que la mayoría de los llamados «sofistas» afirmen que guían a los jóvenes a la virtud, aunque, realmente, los guíen a su contrario. Efectivamente, jamás hemos visto a un hombre a quien hayan hecho bueno los sofistas actuales, y no publican escritos que muevan a ser buenos, aunque sí muchos libros se han escrito por ellos sobre temas fútiles, de los cuales los jóvenes obtienen placeres superfluos, pero en los que, por supuesto, no encontrarán la virtud. A los que tenían esperanzas de aprender algo de ellos les proporcionan un vano pasatiempo y, a su vez, les apartan de otras cosas útiles y les enseñan las malas.
Les censuro, pues, seriamente sus graves errores, y, en cuanto a sus escritos; repruebo que anden rebuscando las frases, pero jamás sentencias que sean correctas, con las que son educados en la virtud los jóvenes. Yo, realmente, soy un profano, pero sé que lo más importante es que se enseñe el bien conforme a su propia naturaleza, y lo segundo en importancia, que lo sea por quienes tienen algún conocimiento del bien, más que por quienes poseen plenamente el arte del engaño. Quizás no me exprese con palabras sofisticadas, pero tampoco lo pretendo. Intento decir aquello que precisan para su virtud los que han sido bien educados, y que es reconocido como correcto. Realmente, palabras no pueden educar, pero sí máximas, siempre que sean buenas. Muchos más reprueban también a los sofistas actuales, y no a los filósofos, porque son ingeniosos en palabras y no en ideas.
Para leer la obra original entera: "La caza". Pinchar el enlace.
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