Kant proclamó el lema fundamental de la Ilustración: Sapere
aude, hemos abandonado la autoculpable minoría de edad y ya somos adultos.
Es decir, somos ciudadanos y no súbditos. Ahora bien, si nos atrevemos a saber,
debemos exigir también que el poder no apague la luz ni lo llene todo de humo.
Finiquitado el despotismo, el principio de publicidad es un requisito
imprescindible para constituir un gobierno legítimo. Es pues inadmisible que
los gobernantes urdan pactos oscuros y de dudosa legalidad al margen de la
opinión pública.
El PP anuncia cambios
constitucionales para la próxima legislatura y el PSOE insiste en una España
federal. Pero ni unos ni otros concretan sus propuestas ni se refieren a los
procesos legales necesarios para sus fines. Hablan de la Constitución en clave
esotérica, como si se tratase de un saber iniciático que solo a ellos les
concierne. Ganar las elecciones sirve para gobernar, pero no es suficiente para
cambiar la Constitución. Y mucho menos para cambiarla en profundidad o crear
otra nueva. Puesto que lo que están sugiriendo son cambios profundos deberíamos
recordar el articulo 168 del Titulo X de la Constitución española. Una revisión
total, o una parcial que toque los artículos esenciales, necesita la aprobación
de dos tercios de cada cámara. Acto seguido se deberán disolver las cortes. En
buena lógica, tras un tiempo suficiente para que los partidos y asociaciones
publiciten sus propuestas de cambio constitucional, la ciudadanía deberá ser convocada
a unas elecciones. Los diputados recién elegidos tendrán que ratificar la
decisión de cambiar la Constitución y proceder al estudio del nuevo texto
constitucional. Elaborada la nueva Constitución, deberá ser aprobada por dos
tercios de ambas cámaras. Finalmente, deberá ser aprobada por la mayoría de los
ciudadanos en referéndum.
Decir que en las próximas
elecciones habrá cambios constitucionales profundos sin buscar el acuerdo de
los dos tercios de ambas cámaras, disolver las cortes y convocar unas
elecciones para este fin es, pues, una fragrante irregularidad. De llevarse a
cabo, ilegalidad manifiesta. Sí, ya sé. Las condiciones legales son
complicadas. Y si no somos ingenuos, los cambios propuestos por los partidos
serán siempre, si llegan a explicitarlos, meramente cosméticos. Los partidos no
tocarán nunca el sistema proporcional de elección ni la esencia del estado
autonómico actual. Constituyen su pan y su sangre, y el origen de nuestros
desvelos. ¿Pero si no lo harán ellos, quién entonces? Debemos ser nosotros.
Abrir un periodo explícito de
libertad constituyente resulta a bote pronto tan complicado como que los
partidos se propongan de verdad cambiar la constitución legalmente y en
beneficio de todos. Pero la historia es imprevisible y también cayó el Muro de
Berlín. En tiempos de confusión es la nación soberana, poder prejurídico y
siempre latente, quien tiene la potestad de crear una nueva Constitución
mediante sus representantes expresamente elegidos para este fin. A este
respecto se asume como un principio
dogmático lo establecido por la Constitución francesa de 1791: "La
Asamblea Nacional Constituyente declara que la Nación tiene el derecho
imprescriptible de cambiar su Constitución.", y la Nación somos todos
nosotros.
La
oscuridad de los partidos políticos se evidencia también en su uso del
lenguaje. Para nuestros políticos las palabras no denotan conceptos, connotan
emociones o intereses partidistas. Es decir, si los ciudadanos queremos
entender, los políticos se empeñan en no ser entendidos. Quieren ser votados,
aclamados y seguidos. ¿Qué quiere decir el PSOE cuando habla de estado
federal?, ¿qué insinúan algunos socialistas catalanes que asumen la soberanía
española y defienden a la vez que la autodeterminación de Cataluña debería ser legalizada?
Desde el punto de vista lógico y conceptual, poca cosa. Propaganda entonces.
Sugieren que no son tan “fachas” como el PP ni tan “obcecadamente radicales”
como los nacionalistas. Eso es todo. Las palabras pretenden situarse en una
estructura emocional e irreflexiva donde se vislumbre un centro imaginario en
el que todos somos muy guays y tenemos buen rollito. La tibieza
de la corrección política quiere evadir la semántica y tratarnos como a niños.
Pero, a pesar de todo, los significantes tienen significado, y la ciencia
política y la historia nos lo recuerdan.
Si
Cataluña tuviese derecho a decidir sobre su independencia (fuera cual fuera su
decisión) no existiría la soberanía española. Existe la soberanía española,
luego Cataluña no tiene derecho a decidir. Aquí no hay término medio porque
obviamente no existen círculos cuadrados.
¿Estado autonómico o estado federal? Los estados autonómicos suelen tener un pasado centralista y el estado central ha ido otorgado funciones y competencias a las diversas regiones que los conforman. Así ocurrió en España. Las federaciones están conformadas por estados que originariamente eran soberanos e independientes. En un momento posterior cedieron su soberanía y algunas de sus atribuciones a una entidad supranacional o gran nación. Tal cesión es irreversible. Alemania y EE.UU son federaciones. ¿Dónde hay mayor autogobierno? En algunos estados federales hay mayor autogobierno que en algunos estados autonómicos. Sin embargo los Länder alemanes, por ejemplo, tienen menos autogobierno que Cataluña o el País Vasco. No hay regla fija. Si lo que pretende el PSOE es mayor autogobierno de las comunidades autónomas, no es pues necesario la federación. Por otro lado, si lo que se pretende es la asimetría, el estado autonómico da más posibilidades de asimetría que un estado federal. De hecho España ya es bastante asimétrica para desgracia de los que pensamos que todos los ciudadanos debemos ser iguales en derechos y servicios recibidos. ¿Para qué entonces una España federal?
¿Estado autonómico o estado federal? Los estados autonómicos suelen tener un pasado centralista y el estado central ha ido otorgado funciones y competencias a las diversas regiones que los conforman. Así ocurrió en España. Las federaciones están conformadas por estados que originariamente eran soberanos e independientes. En un momento posterior cedieron su soberanía y algunas de sus atribuciones a una entidad supranacional o gran nación. Tal cesión es irreversible. Alemania y EE.UU son federaciones. ¿Dónde hay mayor autogobierno? En algunos estados federales hay mayor autogobierno que en algunos estados autonómicos. Sin embargo los Länder alemanes, por ejemplo, tienen menos autogobierno que Cataluña o el País Vasco. No hay regla fija. Si lo que pretende el PSOE es mayor autogobierno de las comunidades autónomas, no es pues necesario la federación. Por otro lado, si lo que se pretende es la asimetría, el estado autonómico da más posibilidades de asimetría que un estado federal. De hecho España ya es bastante asimétrica para desgracia de los que pensamos que todos los ciudadanos debemos ser iguales en derechos y servicios recibidos. ¿Para qué entonces una España federal?
La diferencia fundamental entre un estado federal y
otro autonómico está en su genealogía, no en su estructura. Juan tiene el pelo
corto y Pedro lo tiene largo. Juan se deja crecer el pelo y Pedro se lo corta
un poco. Ahora ambos tienen similar cabello. ¿Qué sentido tendría que Pedro
quisiera tener el pelo como Juan? En cualquier caso, si pretendemos en serio
que España sea una federación de estados, deberíamos primero convertir las
autonomías en estados independientes. Luego, deberían unirse voluntariamente a la
federación cediendo su soberanía recién adquirida. O sea, eliminar la soberanía
española para después recuperarla. El problema es que el único ente que puede legítimamente aniquilar
la soberanía española es la propia soberanía española. Es decir, todos y cada
uno de los ciudadanos españoles. Siendo así, es obvio que intentar convertir
España en un estado federal, además de ser un rodeo complicado sin garantía de
éxito, resulta una inmensa estupidez.
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